REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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country gentlemen,
y acaso por eso lo que descubría en–
tonces era más ocasionado á turbar que á ilustrar su
intelig;encia. Por lo que hace á sus opiniones tocante
á la religión, el gobierno, los pueblos extranjeros y
Jos tiempos pasados, no eran producto del estuc;lio, de
la observación ó del cambio de ideas con amigos ilus–
trados, sino el recuerdo de tradiciones seculares pues–
to en práctica por ellos; y no obstante de ser estas opi–
niones de los caballeros del campo más propias de
niños que de hombres, las sustentaban con la obstina–
ción característicaypropia de los que viven henchidos
·de lisonjas, y odiaban de igual modo, indistintamen–
te, asi
á
los Franceses, Italianos, Escoceses
é
Irlan–
deses, como á los católicos, presbiterianos, indepen–
dientes, bautistas, cuácaros y judios, sin excluir en
sus antipatías
á
la metrópoli juntamente con sus ha–
bitantes; aversión esta última que, más de una vez,
produjo resultados políticos de importancia. En lo que
á
sus mujeres
é
hijas respecta, eran inferiores en ins–
trucción y aficiones á las criadas de nuestros días, y
pasaban el tiempo hilando, cosiendo, haciendo vino
de grúsellas, salazones y pasteles de venado y jabalí.
Según este retrato, podrá suponerse que el
squilre
del siglo
XVII
no difería materialmente del molinero
de nuestros tiempos; mas aun· faltan ciertos rasgos
importantés, que se añaden ahora para completar el
bosquejo de su carácter y que modificarán mucho el
primer juicio; pues, á pesar de su ig·norancia y de su
tosquedad, era en muchos puntos esenciales un cum·
plido
gentleman.
El caballero del campo formaba en las
filas de poderosa y altiva nobleza, y se distinguía por
las cualidades y defectos propios de la nobleza. En
punto
á
org·ullo nobiliario aventajaba siempre á los
Howard y Talbot; conocía los árboles genealógicos
y
los blasones de todos sus vecinos á muchas leg·uas