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LORD MACAULAY.
Prog~eso
de más cuenta ciertamente que todos és–
tos ha sido el de las fundiciones de hierro . Porque si
bien existieron de antig·uo fraguas en Inglaterra, no
llegaron
á
prosperar, ni el Gobierno, ni el pais
á
mi–
rar bien esta industria, debido
á
que, como aun no
habia comenzado
á
fundirse con carbón el mineral ,
el rápido consumo de la leña ponia en cuidado á los
hombres políticos. Ya en tiempo de Isabel se formu–
laron quejas, porque se talaban bosques enteros para
el consumo de las fraguas, y el Parlamento intervino
para prohibir
á
los herreros quemar madera de cons–
trucción; lo cual dió por resultado la decadencia de la.
industria, de tal modo, que cuando pasó de esta vida
Carlos II mucha parte del hierro que se empleaba en
Inglaterra iba del extranjero,
y
la cantidad que se
fundia en el país anualmente no parece haber ex–
cedido de diez mil toneladas. En nuestros días se con–
sidera en decadencia el comercio del hierro, si la pro–
ducción anual baja de un millón de toneladas (1).
-
Pero, aun nos queda por mencionar
mi
mineral,
acaso de mayor importancia que el hierro mismo, es
á saber: el carbón de piedi:a, que si bien no estaba
muy en uso
á
la sazón en las diversas manufacturas
establecidas, era ya el combustible ordinario en _cier–
tas comarcas que tenían la suerte de poseerlo en
abundancia, y en la capital; que podia procurárselo
fácilmente trayéndolo por el río. No es exagerado de–
cir que la mitad del carbón que se extraia de las mi–
nas se gas_taba en Londl·es, cuyo consumo parecía
enqrme
á
los escritores de la época, y se citaba por
(1)
Yarranton:
England·a lmproueme>it
by
aea and land,
1617.–
Porter :
P rogreu o( the nation.
Véase asimismo una relación his–
tórica notablemente clara
y
sucinta de las fundiciones ing-le11as
en la
Stati1tical Accoun t of the Britilh Empire,
por Mr. M'Culloh.