REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
49
nos coruparados con los de hoy (1). Los caballos indí–
gena , con ser buenos, estaban
á
bajo precio; como
que se.vendían
á
cincuenta cheline uno con otro,
á
causa de pl'eferir el público los extranj eros, siendo
los de raza e pañola los más estimados, é importán–
dose de la Península g ran número de ·ellos por esta
causa para las necesidades del lujo y de la g uerra.
Empero no los aplicaban al tiro de carruajes, pues
para el arrastre de los pesados coches de la aristocra–
cia era moda usar yeguas tordas flamenca , las cua–
les, al decir de las personas peritas, trotaban con
cierta gracia propia de ellas y resistían mejor que
cualesquiera otros animales de la misma raza y del
país su penoso trabajo por las mal empedradas calle
de Londres. Caballos de tiro, ni de carreras, no los
había como los de ahora; pues no se traj eron ha
ta
mucho después·de los pantanos Walcheren los ante–
pasados de los g'igantescos cuadrúpedos que cla
ifi–
can al presente los extranjeros entre las principales
maravillas de Londres, ni tampoco habian llegado
de Arabia los progenitores de
Cl1ilde1·s
y de
Eclipse.
'in embargo, ya mostraba la nobleza de Ing·laterra y
la
genJ¡¡·y
alguna pasión por el hipódromo;
y
compren–
diendo la importancia que tendría mejorar las ye–
guadas, infundiéndoles sangre nueva, trajeron gran
número de caballos berberiscos; como que dos hom–
bres de indiscutible autoridad en la materia, sir John
Fenwik y el Duque de Newcastle, habían dicho que el
peor rocin que se importase de Tánger produciría una
generación muy superior
á
la que pudiera esperarse
del mejor caballo de raza inglesa. ¡Cuán lejos estaban
uno
y
otro de creer que llegarían tiempos en los cua-
(1)
Véase
á
Mac Culloch:
Statialical Account o( lhe B ..ili&h Em–
p ire,
parte rn, cap.
1,
sec. 9.
TOMO 1l
4.