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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

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nos coruparados con los de hoy (1). Los caballos indí–

gena , con ser buenos, estaban

á

bajo precio; como

que se.vendían

á

cincuenta cheline uno con otro,

á

causa de pl'eferir el público los extranj eros, siendo

los de raza e pañola los más estimados, é importán–

dose de la Península g ran número de ·ellos por esta

causa para las necesidades del lujo y de la g uerra.

Empero no los aplicaban al tiro de carruajes, pues

para el arrastre de los pesados coches de la aristocra–

cia era moda usar yeguas tordas flamenca , las cua–

les, al decir de las personas peritas, trotaban con

cierta gracia propia de ellas y resistían mejor que

cualesquiera otros animales de la misma raza y del

país su penoso trabajo por las mal empedradas calle

de Londres. Caballos de tiro, ni de carreras, no los

había como los de ahora; pues no se traj eron ha

ta

mucho después·de los pantanos Walcheren los ante–

pasados de los g'igantescos cuadrúpedos que cla

ifi–

can al presente los extranjeros entre las principales

maravillas de Londres, ni tampoco habian llegado

de Arabia los progenitores de

Cl1ilde1·s

y de

Eclipse.

'in embargo, ya mostraba la nobleza de Ing·laterra y

la

genJ¡¡·y

alguna pasión por el hipódromo;

y

compren–

diendo la importancia que tendría mejorar las ye–

guadas, infundiéndoles sangre nueva, trajeron gran

número de caballos berberiscos; como que dos hom–

bres de indiscutible autoridad en la materia, sir John

Fenwik y el Duque de Newcastle, habían dicho que el

peor rocin que se importase de Tánger produciría una

generación muy superior

á

la que pudiera esperarse

del mejor caballo de raza inglesa. ¡Cuán lejos estaban

uno

y

otro de creer que llegarían tiempos en los cua-

(1)

Véase

á

Mac Culloch:

Statialical Account o( lhe B ..ili&h Em–

p ire,

parte rn, cap.

1,

sec. 9.

TOMO 1l

4.