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44 .

LORD MACAULAY.

no equivale al de dos largas existencias humanas;

pero quien se alarme de este acrecentamiento de

las cargas públicas podrá tranquilizarse teniendo en

cuenta del propio modo el acrecentamiento de los re–

cursos. En 1685 el valor de los productos del suelo era

muy superior al de todos los demás de la industria

humana, y no obstante se hallaba entonces la ag'l'i–

cultura en un estado que consideraríamos al presente

como imperfecto y g rosero, llegando apenas la super–

ficie laborable y de pastos, según cálculos de los peri–

tos en estadlstica,

á

más de la mitad de la superficie del

suelo (1 ), y constando el resto de matorrales, bosques

y pantanos; cálculos que confirman de todo en todo

los itinerarios y los mapas del siglo xvn. Y es evi–

dente, de conformidad con estos itinerarios y cartas,

que muchos caminos que ahora cruzan por entre ver–

j eles, prados y campos de pan llevar, pasaban á la

sazón por entre lagunas, zarzas y sotos (2), lo cual se

advierte asimismo hasta en los paisajes ingleses que ·

se dibujaron aquel tiempo de orden del gran Duque

de Toscana, Cosme de Médicis, pues en todos ellos

cuantas tierras se ven hoy día cultivadas aparecen

tan desnudas de vegetación y tan estériles como el

(1)

King:

Natural and_Political

concli•sion1.-Davenant:

Tila

ba-

lance o( trade.

·

(2) Véase el

ltinerarium Anglire,

1615,

por John Ogilby, cosmó–

grafo de S . M., el cual describe gran parte de las tier ras situadas

á

los dos lados de los caminos como si fueran bosques, lagunas.

matorrales y pantanos. En algunas de estas cartas los caminos

que cruzan tierras cercadas se indican con lineas, y los que cru–

zan tierras sin cercar con puntos. La proporción de las tierras sin

cercar, que si estaban en cultivo debía de ser pobremente, parece

haber sido muy considerable, pues de Abingdon

á

Gloucester,

por ejemplo, esto es, en una distancia de cuarenta 6 cincuenta mi–

llas, no bailía una sola cerca,

y

apenas una entre Biggleswade

y

Lincoln .