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LORD MACAULAY.
á la redonda, y podía decir con exactitud quiénes e
permitían , sin derecho para ello, la licencia de usar
tenantes, y quiénes no pa aban de ser nietos de con–
cejales. En calidad de magistrado administraba gra–
tis á los que babian menester de ella una manera de
justicia, patriarcal
y
g rosera, que, á pesar de innume–
rables errores y de fallos
á
las veces ti ránicos, era pre–
ferible á la total ausencia de justicia. En calidad de
oficial de la milicia,
y
aunque u jerarquía militar
fuese ocasionada por una muchedumbre de circun -
tancia á mover la risa de los old ados que habían he–
cho siquiera una campaña en Flandes, creía valer
más aún de lo que valia, no sólo
á
sus prop10s ojos
sino á los de cuantos lo rodeaban. Empero bien erá
decir que su oficio militar era motivo de burlas injus–
tas, porque no escaseaban tanto aún en los condados
de Inglaterra caballeros ancianos que asi ticron á re–
ñidos y sang rientos combates: óste, que fué recom–
pensado de su bizarría en la batalla de Edgebill por·
el Rey Carlos I ; aquel, con el cuenio cubier to d
las
heridas ganadas en Naseby;
esot.ro,que defendió su
castillo basta que Fairfax le
derribóla puerta con pe–
tardos. La presencia de estos veteranos con sus espa -
dones viejos, sus'pistolas antiguas y sus vetustas his–
torias de Goring y de Lundsford, imprimía carácter
g rave y guerrero á las reuniones de la milicia, que
sin ellos no lo habrían tenido. Por lo que hace
á
los jó–
venes, que no pudieron medirse con los coracero del
Parlamento Largo, como estaban dcsd
la infancia
rodeados di:'. los r ecuerdos de la g·uerra civil y oyen–
do constantemente la relación de cuantas proezas
realizaron sus padres, participaban de sus mismas ap–
titudes y se inspiraban en el mismo espiritu; pudien–
do decirse por tanto que el carácter del
sq11i'l·e
del si–
glo xvn se componía de dos elementos
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raras