60
LORD MACAULAY.
patria recibieran órdenes del francés. Ycomo con ser
antiguos caballeros ó hijos suyos censuraban de uu
modo acerbo la ingratitud que mostraron los Estuar –
dos con sus mejores amigos
y
sus parciales más adic–
tos, los que oian sus quejas y les entendían murmurar
sin rebozo del mal pago que recibían de aquellos por
quienes hicieron tantos sacrificios, y de las procligali–
dades que merecían los bastardos de la Nell Gwynn
y
de la Oarwell, hubieran podido suponerlos dispuestos
á
volver sus armas contra el Hey; pero es lo cierto
que todo su enojo desaparecía como por arte má–
gica, no bien peligTaba el trono; que precisamente
cuando aquellos á quienes el Soberano había colmado
de riquezas y de honores se alejaban de él, era cuando
los caballeros del campo, que taú enojados se mos–
traban durante su prosperidad, acallaban sus resen–
timientos
y
acudían resueltos y animosos á defen -
derlo. Así fué cómo, después de haber murmurado
durante veinte años contra el mal gobierno de Car–
los II, fueron en su auxilio aquel dia de supremo pe–
lig ro en que sus secretarios de Estado
y
sus iores de
la, Tesorería lo abandonaron , poniéndolo en el caso de
alcanzar sobre la oposición una victoria completa. Y
es indudable que habrían mostrado po1· su hermano
Jacobo la misma fidelidad, si éste hubiera querido
abstenerse, siqui era en los últimos momentos, de
ul–
trajar sus creencias má .profundamente arraigadas;
porque habia para los caballeros del campo una ins–
titución, solo una, que reverenciasen
y
acatasen más
aún que la monarquía hereditaria, y era la iglesia de
Inglaterra; reverencia
y
acatamiento que no prove–
nía del estudio
y
de la meditación, pues muy pocos
hubiesen acertado á explicar el respeto que tenían
á
sus doctrinas, á su ritual y
á
su constitución con ra–
zones sacadas de las Escrituras ó de la Historia ecle-