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LORD ll1ACAULA1'.
tenia constantemente abierta
las puertas de la ca–
mara real.
E~a
éste el célebre Guillermo Penn. Su pa–
dre había desempeñado mandos importantes en la ar–
mada; había sido comisario del Almirantazgo y
miem~
bro del Parlamento; recibió la orden de caballería, y
aun se le hizo entrever la esperanza de ser hecho lord .
El hij o había sido educado en los principios liberales,
dedicándole á la profesión de las armas; pero, j oven
aun, había disgustado á sus amig·os y malogrado
sus planes, uniéndose á los que entonces se conside
raban generalmente como una gavilla de fanático
herejes. Algunas veces fuera ya enviado á la Torre
y
otras á rewgate, y había sido procesado en OJd Bai–
ley por predicar en contra de Ja ley. Mas después de
algún tiempo se había reconciliado con su familia, y
había logrado g ranjearse tan poderosa protección,
que mientms sus correligionanos llenaban las cárce–
les de Inglaterra,
á
él se le permitió, durante muchos
años, profesar sus docLrinas
sin
que nadie la molesta–
se. Hacia el fin del reinado anterior consiguió, en
pago de una antigua deuda que tenía con él la Coro–
na, la concesión de una región inmensa en
orte –
América, poblada entonces únicamente por
indios
ca–
zadores, y á donde él invitó á sus perseguidos amigos
á establecerse. Haliábase esta colonia todavía en la
infancia cuando Jacobo subió al trono.
Entre J acobo y Penn habla reinado mucho tiempo
Ja más cordial amistad,
y
así, al subir Jacobo al trono,
el cuákero se convirtió en cortesano y llegó á ser casi
favo rito. Todos los días era llamado por el Rey
á
su
gabinete, y algunas veces tenía largas audiencia ,
mientras que los grandes aguardaban en las antecá–
maras. Decíase que su iniluencia era mucho más efi–
caz para favorecer ó perjudicar que la de muchos no–
bles que ocupaban alt-0 puesto . Pronto se vió rodeado