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LORD MACAULAY.

sino que,

en g

eneral, se dedicaban

á

la agricultura.

de la que

po.co

á

poco se han ido apartando

á

causa

de las vejaciones

á

que su extraño escrúpulo sobre el

pago del impuesto daba lugar. Vivían, por lo tanto;

completamente alejados de la escena de las luchas

p.olíticas, y además, aun en el retiro del bogar, evi–

taban en principio toda conversación politica, por–

que tales conversaciones eran, en su opinión, poco

favorables á la paz del espíritu, y tendían

á

alterar la

austera g ravedad de su conducta. En las reuniones

anuales, que entonces celebraban, se amonestaba

repetidamente

á

los hermanos que no hablasen de los

asuntos del Estado (1), y aun recuerdan personas que

actualmente viven, haber oido

á

aquellos graves an–

cianos que sistemáticamente mantenían los hábitos

de la generación anterior, reprobar tan mundanas

pláticas (2). Natural era que Jacobo

distin~uiese

esta

raza inofensiva de aquellas orgullosas y turbulentas

sectas que consideraban la resistencia

á

la tiranía

como un deber cristiano; que en Alemania, en Fran–

cia

y

en Holauda habían hecho la guerra

á

príncipes

legítimos, y que por espacio de cuatro generaciones

habían mostrado particular enemiga

á

la casa de los

Estuardos.

Sucedfa, además, que podían hacerse grandes con–

cesiones

á

los católicos y

á

los cuákeros, sin mitigar

los sufrimientos de las sectas puritanas. Una ley, en

vigor á la sazón, imponía severas penas

á

todo el que

se negase á jurar, siempre que se le exigiese, la su–

premacía del Rey como jefe de la Iglesia. Esta ley

no afectaba

á

los pxesbiterianos,

á

los independientes,

ó

á

los baptistas, porque todos igualmente se halla-

(1)

Acla• de

la~

reunione• anuale&,

1699, 1690.

(2) Clarkson, sobre los cuákeros,

Cos1umbres especiales,

cap. v.