REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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parecer paradóg·ico el decir qae esta misma circuns–
tancia constituia entre ambos un lazo de unión,
y .
sin embarg·o, así acontecía entonces, porque se des –
viaban tanto , en opuestas direcciones, de lo que la
g ran mayoría de la nación tenía por verdadero , que
aun los más libernles consideraban g·eneralmente
ambas creencias como resultado de la más amplia to·–
lerancia.
Y
así las dos s.ectas extremas, precisamente
por serlo, tenían un interés común, distinto del de las
sectas intermedias. Además, los cuákeros no habían
hecho nunca áJacobo ni á su famili a la más
leve ofen–
sa; ni habían tenido vida, cbmo comuui
<l.ad, basta
que la guerra entre su pad1
1
c y el Parlame
ntoLargo
tocaba á su término . Algunos Gobiernos revoluciona–
rios los habían perseguido cruelmente, y desde la
Rest.auración , á pesar de habérseles tratado siempre
mal, se sometieron sin resistencia á Ja autoridad real.
Porque, aunque fundándose en premisas que los t eó–
logos anglicanos miraban como heterodoxas, unos
y
otros habían llegado á Ja misma ·conclusión, esto es,
que ningún exceso de tiranía, por parte del Príncipe,
puede justificar Ja resistencia activa de Jos súbditos.
Ningún libelo contra el Gobierno se ha atribuido á
los cuákeros, ni se les ha encontrado nunca implica–
dos en ninguna conspiración
(1).
1
0
se llabian unido
al clamor general cuando el
bill
de exclusión, y so–
lemnemente babian condenado la conjuración de
Rye-House como infernal desig nio y obra del demo–
n io (2). Cier to que los
Amigos
tornaban entonces muy
pequeña parte en las cont iendas civiles, porque no
estaban , como ahora, reunidos en g randes ciudades,
(1) Véase la carta
á
Carlos ll, que precede
á
la
M>olo;ía
de
Barclay.
(2)
Sewel,
llistoria de los cuál<1wos,
lib . x .