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LORD MACAULAY.

{)Omo supersticiosas fantasias, en g racia

á

su despre–

cio por los clérigos

y

á su benevolencia cosmopolita, -

que imparcialmente se extendía á todas las razas

y

á_

todas las creencias. Y de este modo su nombre vino

á

ser, en todos los paises civilizados, sinónimo de pro–

bidad

y

filantropia.

Ni

es del todo inmerecida tan alta reputación. Gui–

llermo Penn era, sin duda, hombre de eminentes

virtudes. Tenía alta idea de sus deberes religiosos,

y

ferviente deseo de contribuir á la felicidad del gé–

n ero humano . En uno ó dos puntos de g ran impor–

tancia era su opinión más acertada que la que gene–

ralmente corría entre hombres de g ran entendimien–

to;

y

como dueño

y

leg·islador de una

provinc.ia,

que

por hallarse deshabitada, cuando vino á su poder,

ofrecia ancho campo para experimentos morales, tuvo

la rara fortuna de llevar sus teorías

á

la práctica sin

ningún conflicto

y

sin· el más leve choque con las

instituciones existentes. Siempre será mencionado

con honra como fundadof de una colonia que, en sus

relaciones con un pueblo salvaj e, no abusó nunca de

la fuerza que debia á la civilización,

y

como legisla–

dor, que en una época de persecución hizo de la liber–

tad religiosa la piedra angular de su política. Pero

sus escritos

y

su vida ofrecen abundantes pruebas de

que no era hombre de gTan entendimiento . No tenía

habilidad para conocer á las gentes. Su confianza en

personas menos virtuosas que él le hizo incurrir en

g randes errores

y

le acarreó muchos infortunios. · Su

entusiasmo por un g ran principio le impulsó alg·u–

nas veces á violar otros principios no menos g randes,

que debía mirar como sagrados.

Ni

era su rectitud

á

toda prueba contra las tentaciones á que se veía

expuesto en

~quella

sociedad espléndida

y

culta,

pero profundamente corrompida, en que ahora vivía.