REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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Locke. ¿Qué podia haber más injusto, decia él con
frecuencia, que castigar las especulaciones con
la~
penas reservadas á los actos? ¿Qué más impolítico que
· rechazar los servicios de buenos soldados, marineros,
abogados, diplomáticos y hacendistas, sólo porque
·tenían clistintas opiniones acerca del número de los
sacramentos ó de la pluripresencia de los santos?
Por rutina había aprendido los lugares comunes, que
todas las sectas r epiten, con tanta facilidad, cuando
se hallan en la opresión, y que tan fácilmente olvidan
cuando se encuentran en situación de cumplirlas.
Y es lo cierto que tan bien represe.ntaba su papel, que
los que llegaban
á
oírle acerca de este asunto, le atri–
buian mucho más talento y más fácil palabra de la
que en realidad poseía. Sus protestas llegaron á alu–
cinar á algunas personas caritativas,
y
tal vez le alu–
cinaron á él mismo; pero su celo por los derechos de
la conciencia terminó al mismo tiempo que la domi–
nación del partido
wltig.
Cuando la fortuna cambió,
cuando ya no tuvo que temer que los otros le persi–
guiesen; cuando en su mano estuvo perseguirá los
otros,
ims
verdaderas inclinaciones empezaron
á
mos–
trarse. Odiaba las sectas puritanas en todos sentidos,
teológico
y
político, llereditario y personal. Mirábalos
como enemigos del cielo, como enemigos de toda au–
toridad legítima en la Iglesia y el Estado; como ene–
migos de sus abuelos, de sus padres, de su hermano,
y como enemigos suyos. Él. que tanto se babia que–
jado de las leyes contra los papistas, declaró enton–
ces que no podia concebir cómo había hombres cuya
impudencia llegase hasta proponer la abolición de
las leyes contra los puritanos (1). Él, cuyo tema favo-
(1) Son sus propias palabras, referidas por él mismo. Clarke's,
Life o( James the Second,
1,
656.
Orig. Men;,.
TOMO 1I
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