REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
285
leer el texto; pero Jeffreys le interrumpió brusca–
mente diciendo:
«¿Queréis con·ve1·tir el Tribunal en un
círC'ldo de facciosos?»
Y como entonces se oyese llorará
algunos de los que rodeaban
á
Baxter, añadió con
desdén:
«¡Despreciables bece1ToS/»
Esperaban para declarar, como testigos, personas
respetables, entre las que se veían algunos clérigos
de la Iglesia anglicana; pero el Chief Justice no quiso
oir nada.
«¿C1·ee acaso vuestm señoda,
dijo Baxter,
qw1
hay algiÍ!n Jwrado capaz
de
decla1·@· convicto
á
1m
homb1·e
á
qttien se juzga de este modo?-No os inqitietéis, M1'. Baa;ter.
dijo J effreys,
no os inq1iietéis
po1·
eso.»
J effrcys tenía
razón. Los
slte1-iffs
eran meros instrumentos del Go–
bierno, y los miembros del Jurado , elegidos por ellos
entre los más celo os
toríes,
no hicieron más que con–
ferenciar un momento y dar u veredicto de culpabi –
lidad.
«Aiilo1·d,
dijo Baxter en el momento de salir del
Tribunal,
!tubo aquí
111i
Cltief Justice qiie me lmbie1·a t1·atado
de miiy distinto modo.»
Al decir esto, aludi a á su sabio
y virtuoso amigo sir Mateo Hale.
«No 11ay lwmbre hon–
rado en toda lnglate1·i-a,
Je contestó Jeffreys,
que no te
tenga po1· un tunante» (
1).
La sentencia fué, para aquellos tiempos, muy blan ·
ua. No se abe con certeza lo que pasó en Ja confe–
rencia que celebraron los jueces. Entre los disidentes
se creía, lo cual es muy probabl e, que el Chief Justice
fué derro tado por sus tres colegas. Díjose que él pro–
ponia que Baxter fuese azotado en las call es de Lon –
dres, atado
á
la carreta del veruugo. La mayoría creyó
(1) Véase el
Ob1e•·vador
ele 25 de febrero, 1685. La información
en la
Coll•cli6n o( Stato Triau,
la relación de lo que pasó en el
t~i ·
bunal, por Cnlamy en la
Vida de Bnxl8r,
cap.
x1v,
y
los curiosos
extractos de los manuscritos de Baxter en la
Vida
por Orme, pu .
blicada en 1830.