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~

LORD .MACAULAY.

asistiese como predicador ó

co.mo

oyente á cualquier

reunión al aire libre, fuese castig ado con la muerte y

confiscación de sus bienes (1).

XXIV.

JACOBO Il Y J, OS PURITANOS.

Esta ley, aprobada

á

instancias del Rey por una

asamblea devota á su voluntad , merece especial men–

ción , porque con frecuencia ha sido presentado Ja–

cobo, por escritores ig norantes, como un Príncipe

cruel é irreflexivo en la elección de los medios, pero

deseoso de conseguir uno de los más nobles fin es

á

que un g·obernante puede aspirar, esto es, el estable–

cimiento de la más completa libertad religiosa. Ni

puede tampoco neg·arse que alg·unos episodios de su

vida, ·separados del conj unto

y

mirados superficial–

mente, parecen favorables

á

esta mane ra de conside–

rar su carácter.

La persecución á que, cuando súbdito, habia estado

suj eto durante muchos años, babia producido en él su

acostumbrado efecto,

y

su inteligencia, aunque es ·

trecha

y

limitada, había aprovechado tan severa dis–

ciplina. Mientras se vió excluido de la Corte, del Al–

mirantazgo y del Consejo,

y

corrió pelig ro de ser

también excluido del Trono, sólo porque no podía du–

dar de la transustanciación y de la autoridad de la

Sed~

de Roma, hizo tan rápidos progresos en las doc–

trinas de la tolera_ncia, que se dejó atrás á Milton

y

á

(lJ

Act

Par!.

Jac.

VII, mayo 8, 1685;

O/Jservator

de 20 de junio

de 1685. Les trange evidentemente deseaba ve r el pmcedento es–

tablecido en Inglaterra .