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LORD MACAULAY.
de politica ecle iá tica como de poca cuenta, compa–
radas con los g rande principios del cristianismo;
y
nunca, aun en la epoca eu que los Prelados se habíari
hecho más odiosos al Gobierno,
b~bía
unido su voz
a
los pcr eguidores de los Obispos . La tentativa para
reconciliar las opuesta
faccioilcs no dió re ultado,
y
Baxter," coroparticudo la suerte de sus ·amigo proscri-–
tos, rehusó la mitra de Hereford: abandonó la parro–
quia de Kiddcnnin ter,
y
se entregó casi por comple–
to al estudio. us obras t ológ·icas, aunque doma iado
moderauas para ag radar
á
los fanático de cualquier
l artido, gozaban de gTa11 reputación. Los celosos de ·
fen ores de la
Ig"lc
ia le llalllaban 1
Cabeza ?'edonda,
y
mucho
disidentes le acu aban de erastia11ismo
y
arminianismo. Pero la integridad de u corazón, la
pureza de sus co tumbrc , 1vigor de su intclig·encia
y
extensión do sus conocimientos, eran proclamados
y
rcconociLlos por los más homados
y
discreto d
totlo. los partitlos. Su opiniones políticas, á pe ar de
la persecució11 que 1
y
s"us hermano habían sufrido,
continuaban iendo motlcratlas,
y
era amig·o de aquel
pequeño partido que ig ualmente odiaban
?IJllÍ!fS
y
twtes.
Decía él que no poclia maluccir á los
eq1vilib1istas
cuando recordaba quión era el que había bendecido á
los pacificaclores (1).
En un comentario al
uevo Testamento, había e
quejf\clo con alguna acritud d
las
pers~cuciones
que
sufrían los di idcntcs. Mirábusc entonce como un
gran crimen contra la Ig·lesia y el E tacto que aque–
llos hombres que por no u ar el libro de oraciones
(Prayer Book) habían siclo arrojados de sus casas,
privados de la hacienüa
y
encerrado en un calabozo,
(1) Véaso el prefacio de Baxter al
J11dg7>le1>t o{ the
Nattir•
o{
True R eligion,
16~•1,
de sir Mateo Hale.