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REVOLUCIÓ

T

DE JNGLATE[{HA.

279

ante el Consejo privado, reducido

á

prisión , procesa–

do, convicto

y

entenciarl.o á ser azotado ele de Alcl–

gate basta ·ewg·ate, y desde Newgate hasta Tyl)urn.

El desdichado, en 1 curso del proceso había bocho

alarde de g·ran desverg üenza; pero cuando oyó la en–

tencia, la angustia y la desesperación se apoderaron

de su espíritu; túvose ya por muerto,

y

ha ta eligió el

texto que había ele servir para su sermón J'(mebre.

Sus presentimientos er an ciertos. No fué

m~otado

con

tanta crueldad como Oates, pero tampoco tenía la

fé–

rrea constitución, así de alma corno de cuerpo, de

aquél. Después de la ejecución , Dangerfield fué colo–

cado en un coche de al quiler

y

conducido nue a–

mente á la pri ión; pero al pa ar por la e quina de

Hatton Garden, un caballero

tory,

de Gra.) 's Inn, lla–

mado Fr·ancisco, detuvo el carruaje

y

le gTitó con

brutal complacencia:

«¡Hola, amigo, parece que nos !ternos

cc~lentado

esta ma11anal»

El en angrentado preso,

fu

ra

de sí por el insulto, le contestó con una maldición.

Francisco le hirió en el rm•tro con un bastón, lasti–

mándole un ojo, lo cual agTavó el estado de Dan–

gerfield en t>rminos que fué conducido mor ibundo

á Newgate. Tau infame ultraj e babia excitado la

indig·nación de los circunstantes·, que cogieron á

Francisco, y en poco estl}-VO que lo- hicieran pedazos.

El aspecto del cuerpo de Dangerfield, horriblemente

lacerado por el látigo, inclinaba

á

muchos

á

creer que

su muer te fu era producida en.parte, si no del todo, por

los latigazos que había recibido. El Gobierno, sin em–

barg·o, y el hief .Justice creyeron conveniente echar

toda la culpa

á

Francisco, que aunque parece haber

sido reo, cuando má , de lesiones gTaves, fué senten–

ciado y ejecutado como asesino. Su discurso antes de

morir es uno de los monumentos más curiosos de la

época. El salvaje espiritu de partido que le babia lle-