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LORD MACAULAY.

vado

á

la prisión, no le abandonó ni en sus últimos

instantes. Mezclábanse extrañamente sus alardes dé

lealtad

y)os

insultos que prodigaba

á

los

1vhigs,

con

las últimas oraciones '3ncomendando su alma

á

la

diviua clemencia. Habíase dicho, sin fundamento._

que su mujer t enía amores con Dangerfield, que era

muy buen mozo y tenía fama ·por sus aventuras ga–

lantes. El golpe fatal, decían, se lo ilabía dado en un

arrebato de calos. El marido, algunos momentos an–

tes de morir, con dili gencia entre ridícula y patética,

volvió por la honradez de su esposa. Era una mujer

muy virtuosa, según dijo él; corría ·por sus venas

sangre leal, y si se hubiera sentido inclinada

á

fal–

tar

á

los deberes conyugales, hubiera eiegido,

á

lo

menos, un

tory

partidario de la iglesia anglicana (1).

(1) No se conserva la relación del proceso de Dangerfleld, pero

bo visto una sucinta úoticia en un

in-plano

de la época. En la

r:ollection o{ Stute Trials

puede verse un resumen de la acusación

contra Francisco y de su discul'ao momentos antes de morir.

Véase Eachard,

m,

741. En la relación de Burnet hay más erro–

res que palabras. Véase también North·s.

Examen,

256; el ex–

t racto de la vida de Dangerfield en las

Bloody A.size•; el Ob1erva–

dor, julio 29, 1685, y el poema titulado ·Dangerfleld 's Ghost to

Jeffreys .. (La sombra de Dangerlield ante Jeffreys.) En el raro

volumen que contiene las

Succint Genealogies,

por Roberto Hals–

tead, lord Peter borough dice que' Dangerfleld,

á

quien había tra–

tado algo. ·era un joven de aspecto agradable, muy serio,

y

cuya

conversación parecía indicar que se hallaba dotado de no vulgar

inteligencia.