REVOLUCIÓN DE lliGLATERRA.
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extinción de la vida es parte muy pequeña de lo que
hace horrible una ejecución. La larga ag·onia mental ·
del reo, la vergüenza y el opr obio de todos sus pa–
rientes, la mancha que cae sobre su familia hasta
la te!'cera y cuarta generación, son cosas mucho más
terribles que la misma muerte. En g·eneral, puede·
asegurarse que el padre de una numerosa familia, an–
tes quisiera verse privado de todos sus hijos por enfer –
medad
ó
por cualquier otro accidente, que perder uno
solo ámanos del verdugo. El que asesina con falso
testimonio pertenece, por lo tanto,
á
la más horrible
especie de asesinos, y Oates babia cometido muchos
asesinatos de esta clase. Sin embargo, al sentenciarl e
á
ser despojado de sus hábitos eclesiásticos y aprisio–
nado por toda la vida, parecen haber extralimitado
los jueces los poderes que la ley les concedía. Podían,
sin duda, condenarle á ser azotado, cuya pena no es -
taba limitada en la ley, ni indicado siquiera el nú–
mero de los azotes; pero el espíritu de la ley clara–
mente decía que por mala fe no debía ser más severo
el castigo que en los más atroces casos de felonia.
Ahora bien : el peor de todos los felones sólo podía
ser ahorcado, y los jueces habían sentenciado á Oa–
tes á ser azotado hasta morir. Que la ley era deficien–
te no era bastante excusa, pues las .leyes deficientes
.deben corregirse por la magistratura y no ser nunca
extralimitadas por los tribunales; y menos que nunca
-cuando se extralimitan para imponer la tortura y con–
denará muerte.
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i es tampoco bastante excusa que
Oates fuese un malvado, pues los criminales son casi
.siempre los primeros en sufrir la severidad de la ley,
que sirve después de precedente para castigar á los
inocentes. Y asi sucedió en este caso. El azotar des–
piadadamente, ll eg·ó á ser pronto castigo ordinario
para faltas políticas de índole no muy gTave. Bas-