REVOLUCIÓ
DE I ' GLATERRA.
taron de la ciudad, evitando a
i
todo lo que pudiera
tender á vindicarl e; y aun hubo uno, el Conde de
Huntingdon, que le reprendió duram nte por haber
engañado la ' Oámarc , haciéndola contribuir al de–
rramamiento ele sangre inoc nte. Los jueces le cu–
brieron de improperios y le
in ~ ultaron,
mostrándo e
con él muy violentos
y
descompuesto . lo que mal se
aviene con la g rave compostura que siempre debe dis -
tinguir
á
lo magistrados. o dió muestra
l reo de te-
·mor ni verg üenza. cuando de todas partes, de la mesa
del tribunal, del banco de los testigo
y
del público
descargó sobre ·11a tormenta
el
invectivas; antes la
arro tró con la insolente audacia que da la desespera–
ción.Estaba convicto de ambas acu aciones,
y
aunque
moralm nte u crimen era un asesinato con las más
agravantes circunstancia , la ley lo declaraba ólo reo
de mala fe; p ro el tribunal. que deseaba hacer su cas–
tigo má severo que
l de los felones ó traidores. no
e contentaba con condenarlo
á
muerte, sino
á
morir
en medio de los más atroces tormentos . 8
le senten–
ció á s r ele pojado de sus hábitos clericales, expue to
luégo en la picota en el patio de Palacio, recorriendo
después la Gran 'ala de
W
tminster con una inscrip –
ción infaman te
n
la frente; á er pu
to otra
v
zen la
picota frente á la Bolsa, azota lo desde Aldgate ha ta
'ewgate,
y
después de un intervalo de dos días, azo–
tc'tdo nuevamente d sde Newgate ha!;ta Tyburn.
i,
contra toda probabilidad, sobrevivia á tan horrible
casti go, qu daba condenado á prisión perpet ua, sa–
cándole de la cárcfll cinco veces al año, para ser ex–
puesto en la picota en diferentes partes de la ca–
pital (l ).
(1)
Puede verse el proceso con toda minucioaidnd en lii
Colsc–
ci6n de
CCIU&(U
de Estado.
TOMO
JI.
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