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LORD ll1ACAULAY.
tal vehemencia la parte de los
?Vltigs,
que se levantó
-al grito de
¡abajo los Obispos!,
insultando al clero en las
calles de Chester, y después de maltratará un caba–
ll ero
t01·y,
rompió las ventanas y apaleó
á
los consta–
bles. Tuvo que venir la tropa á calmar el tumulto, y
permaneció sobre las armas á fin de proteger las fies–
tas con que los vencedores celebraban el triunfo. Al
terminar la elección, la artill ería del castillo disparó
cinco cañonazos para anunciar el triunfo de la Iglesia
y
la Corona á toda la comarca; lanzáronse alegremente
-á
vuelo las campanas, y los recién elegidos fueron en
procesión á City Cross, acompañados de una banda
de música y seguidos de numeroso cortejo da caba–
lleros y nobles que cantaban la oda recientemente
{)Ompuesta por Durfey, que empieza: «Gloria al g ran
Césarn, y que aunque detestable, como todos los escri–
tos de Burfey, era en aquel tiempo casi tan popular
como lo fué algunos años después Lillibullero
(1 ).
Cuando la procesión llegó á la
C1·uz,
formáronse las
milicias, y habiendo encendido una hoguera, fué
quemado con toda solemuidau el bill de exclusión , al
mismo tiempo que algunos de los circunstantes brin–
daban á la salud del rey J acobo en medio de estrepito–
sas aclamaciones. Al día sig uiente por la mañana, que
era domingo, las tropas cubrían las calles que condu–
cían á la Catedral, y los dos diputados del Condado (2),
seguidos con g ran pompa del clero y de los magistra–
-dos de la ciudad, asistían al sermón que pronunciaba
el Deán, probablemente por cubrir las apariencias,
(1) Véase el núm . 61 del
tJu1wdián,
muestra notabilísima de la
manera especial de Addison . Sería dificil encontrar en cualquier
otro escritor ejemplo tan admirable de benevolencia ñelicada–
mente impregnada de desprecio.
(2)
K nighls o( the
_shirs.- Véase el tomo
I.
pág.
54,
nota.–
{ N.
del
T .)