REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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hasta la misma capital se había mostrado ob equiosa
como nunca, rivalizando en ervili mo comerciante
y legistas. El Tribunal y la Chancillería enviaron al
Monarca fervientes protestas de sumisión y adhesión,
al
mismo tiempo que todas las g·randes sociedades
comerciales, la Compañía de la India Oriental, la de
Africa, la de Turquía, la Moscovita, la de la Bahía de
Hudson, la de comerciantes de Maryland, la de Ja–
maica, y, en fin, la de los
AventU?·eros.
Todas declara–
ban que con gTan placer habían cumplido el Real
edicto que les oblig·aba á seg·uir pagando los dere–
chos de aduanas como en el último reinado. Bristol, la
segunda ciudad de la Isla, hízose eco de la voz de
Londres; pero en niug·ún sitio era mayor el espíritu
de lealtad que en las dos grandes niversidade , pues
mientras Oxford declaraba que nunca se apartaría de
aquellos principios relig·iosos que 1a oblig·aban á obe–
decer al Monarca sin restricción ni limitación de nin–
gún g·énero , Cambridge condenaba en severos tér–
minos la violencia y la traición de aquellos hombres
turbulentos que habiau intentado maliciosamente
apar tar el curso de la sucesión de su antiguo cauce (1).
Manifestaciones de esta clase llenaron, durante mucho
tiempo todos los números de la
Gaceta
de
Londres;
pero
los
t01ies
no limitaban
á
esto la demostración de su
celo,
á
lo que les ofrecía ancho campo la convocación
del nuevo Parlamento, que como ya por entonces
se hubiera publicado, hallábase el pais agitado por el.
tumulto de las elecciones g·enerales.
(1) Véase la
Gac•la de L ondres
de lo meses de febrero. marzo Y
abril, 1685.