REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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pues como mandase hacer un presupuesto de lo que
podía costar la procesión, al ver que ascendia casi
á
la mitad de lo que se proponia gastar en cubrir de
joyas
á
su esposa, determinó ser espléndido cuando
hubiera podido ser económico y escatimar y rega–
tear donde la profusión hubiera sido excusable. Más
de cien mil libras esterlinas se gastaron en el traje
de la Reina, pero, en cambio, fué omitida la procesión
de la Torre. Lo desacertado de esta medida fácilmente
se comprende.
i la ostentación tiene alguna utilidad
en la política, es solamente como medio de herir la
imaginación de la multitud, siendo, por consiguiente,
el colmo del absurdo privar al pueblo de un e pectáculo
que tiene por principal objeto impresionarlo y atraer –
lo: y Jacobo hubiera dado muestra de más discreta
munificencia y mayor tacto político, si con la pompa
ncostumbrada hubiera atravesado la ciudad de Orien–
te
á
Occidente, aunque el traje de su esposa no luciera
tantas perlas ni tantos diamantes. ·En mucho tiempo,
sin embargo. fué seguido su ejemplo por sus suceso–
res, y grandes sumas, que bien empleadas hubieran
proporcionado el mayor placer
á
una g ran parte de
la nación,
e gastaban profusamente en un espec–
táculo de que sólo tres ó cuatro mil personas privile-
. giada podfan di frutar. A la larga, volvió en parte á
renacer la antigua costumbre, pues el día de la coro–
nación de la Reina Victoria hubo una procesión, en
la que.
i bien
echó de menos la antigua espléndi–
dez, pudo verse con qué interés y delicia la contem–
plaron medio millón de súbditos, proporcionándoles
indudablem nte mayor plac r
y
excitando más en–
tu ia mo qu
la lujo a y e pléndida ceremonia
á
qu
ólo pudo asistir un círculo e cogido dentro de la
Abadía.
El Rey había ordenado
á
ancroft que abreviase el