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LORD l'rIACAULAY.
nación se sometería pacíficamente á su autoridad,
pues los
eo;dµsionistas,
poco ha tan poderosos, podían
levantarse en armas contra él y ponerle en g ran ne–
cesidad del dinero y de las tropas francesas. Aceptó, ·
por tanto, durante algunos días el papel de adulador
y mendigo. Se disculpó humildemente por atreverse
á convocar las Cámaras sin el consentimiento del
Gobierno francés. Insistió en que se
'le
mandase un
subsidio de Versalles, y derramó lágrimas de alegría
cuando llegaron las letras de cambio fran cesas.Mandó
una embajada especial, encargada de asegurar al Mo–
narca francés su adhesión y g ratitud; pero apenas ha–
bía partido la embajada, un cambió radical se operó
en sus sentimientos. Había sido proclamado en to_
das partes, sin el menor escándalo, sin un solo grito
sedicioso; y las noticias que se recibían de todos los
puntos de la isla anunciaban que sus súbditos esta–
ban tranquilos y dispuestos á la obediencia. Con esto
su espiritu cobró .aliento, y la degradante relación
que le unía á una potenvia exti;anj era le pareció into–
lerable. Hízose orgulloso, altivo, pundonoroso y g·ue–
rrero. Hablando de la dignidad de su corona y de la
balanza del poder, bacía uso de leng uaj e tan elevado,
que toda la Corte esperaba una completa revolución
en la política exterior del reino. Mandó
á
Cburchill
que enviase una relación minuciosa del ceremonial
de Versalles, á fin de que los honores con que babia
sido recibida la embajada inglesa fueran los mismos
que se tributasen en Whitehall al representante de
Francia. Las noticias de este cambio se i;ecibieron con
g ran plaéer en Madrid, en Viena y en el Haya (1).
A Luis XIV le divertía la nueva actitud del Rey de
(l)
Coiuullas del Consejo de Estado,
de Espalia, de 2
y
16 de abril
de i685, en el archivo ¡le Simaocas.