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LORD MACAULAY.

mandaba que las puertas se abriesen de par en par, á

fin de que todo el que viniese á ofrecerle sus respe–

tos pudiese presenciar la ceremonia. Cuando se al–

zaba la hostia reinaba gran confusión en la

antecá~

mara, y mientras los católicos se arrodillaban, los

protestantes se apresuraban á salir. Pronto se erigió

un nuevo púlpito en Palacio, donde durante la Cua–

resma predicaban sacerdotes católicos, con g ran des–

contento de los celosos partidarios de la Iglesia an- -

glicana (1).

Pero muy pronto debia seguir una innovación aun

más importante; pues como se acercase la se:nana de

Pasión, el Rey determinó asistir

á

las ceremonias con

la misma pompa que habian desplegado sus predece–

sores cuando asistían al culto de la religión del Es–

tado. Dió parte de su intención

á

los tres miembros de '

su Consejo intimo, requiriéndoles, al mismo tiempo,

que le acompañasen . Sunderland, para quien todas

las relig iones eran lo mismo, consintió prontamente,

y

Godolphin, que en su. calidaO. de chambelán de la

Reina acostumbraba á darle la mano cuando iba

á

su

oratorio, no sentí a el menor escrúpulo de inclinarse

oficialmente en e\ templo ele Rimmon. Pero Roches–

ter se hallaba en situación muy distinta. Su influen–

cia en el país se debía principalmente

á

la opinión

sustentada por los clérigos y por la

genvry t01y

de

que era celosisimo y sincero amigo de la Iglesia; de

tal modo, que la general opinión de su ortodoxia ha–

bla sido bastante

á

hacer olvidar faltas que, de otro

modo , le hubieran hecho el hombre más impopular

del Reino por su arrogancia sin límites, la extremada

violencia de su carácter y sus maneras · casi bruta-

(1) Clarke•s,

Life o( Jame< the Second,

11,

5; Barillon,

fe)).

19,

1685;

Evelyn's

Dia.-y,

marzo

5,

1685.