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LORD MACAULAY.
XVII.
CORONACIÓN DE JACOBO II.
En la semana que siguió á esta ceremonia, tuvo el
Rey que hacer un sacrificio mucho más g rande de
sus preocupaciones religiosas que cuantos hasta aho–
ra había exigido de sus súbditos protestantes. El 23
de abril, día de la festividad del santo patrono del
Reino, fué el designado para la coronación. Hallá–
banse espléndidamente decorados la Abadía y los re–
g ios aposentos. La presencia de la Reina y de las da–
mas daba á la solemnidad un encanto que se había
echado de menos en la magnifica inauguración del
último reinado; sin embargo, los que la recordaban,
decian que se había cOI;netido
.un
g ran olvido. Era an–
tigua costumbre que, antes de la coronación, el Sobe–
rano, con todos sus heraldos, jueces, consejeros, lores
y grandes dignatarios, fu ese, en espléndida cabal–
gata, desde la Torre á Westminster. De estas cabalga–
tas, la última y más brillante era la que había reco–
rrido las call es de la capital cuando aun estaba en
todo su vigor el entusiasmo excitado por la Restau–
ración. Cubrían la carrera arcos de triunfo, y en
to–
dos los principales barrios de la ciudad, en Cornbill ,
en Cheapside, en San Pablo, en Fleet Street y en toda
la ribera. grandes tablados ,
ii
los lados de la calle,
permitían á la multitud ver con toda comodidad el
espectáculo. Toda 13 ciudadJÍal:Íía podido contemplar
la ¡Monarquía en su más espléndida y solemne for–
ma. Pero Jacobo pensaba de muy distinto modo;