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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

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Jacobo obraba con· prudencia y moderación obser–

vando estrictamente las leyes y tratando de gran–

jearse la confianza de su Parlamento, podría, obtener

para los católicos muchas y muy notables ventajas.

Podría empezar por introducir benévolas reformas en

la legislación penal, á las que seguirían bien pronto

las de los estatutos qué imponían incapacidad civil

por causas rel igiosas. Unidos al mismo tiempo el Rey

y la nación, podrían ponerse al frente de la coalición

europea, oponiendo así una insuperable barrera á la

desmesurada ambición de Luis XIV.

Contribuían á confirmar en su opinión á Inocencia

los Ingleses de más nota que á la sazón residían en su

corte, de los que era el más ilustre Felipe Howard,

descendiente de una de las casas más nobles de In–

glaterra, nieto de un Conde de Arundel y de un Du–

que de Lemnox. Por mucho tiempo había formado

parte Felipe del Sacro Colegib, donde generalmente

era conocido con el nombre de Cardenal de Ing"late–

rra, y era primer consejero de la Santa Sede en todo

lo relativo á su país natal. Habíale hecho salir deste–

rrado de Inglaterra la persecución de los protestan–

tes fanaticos, que había costado l::t vida á un miem–

bro de su familia, el infortunado -Stafford, víctima de

su furor . Pero ni los resentimientos del Cardenal ni

los de su casa habían exacerbado su mente, hasta

hacer de él consejero apasionado, de tal modo. que

todas las cartas que iban del Vaticano á Whitehall ,

recomendaban paciencia, moderación y respeto

á

las

preocupaciones del pueblo inglés (l).

(1) Buroet,

1,

661,

y

Carta de R oma;

Dodd,

H iatoria de la Jglesia,

parte vm, lib.

1,

art.

l.