REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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y a el Gobierno una monarquia limitada á la manera
de las de Ja Edad Media, y aun no babía llegado á ser
una monarquía constitucional de los tiempos moder–
nos. El Gobierno que á la sazón regía los destinos del
país, con los vicios de dos sistemas distintos, n o tenía
la peculiar energ ía de ning uno de ellos ; pues en vez
de combinarse armóni camente los elementos de nues–
tra política, se contrarrestaban mutuamente y neutra–
)izaban sus efectos. Todo era transición ,' conflicto y
desorden. La idea ·que principalmente preocupaba al
Soberano era atropellar el privilegio de las Cámaras;
mientras éstas, á su vez, sólo pensaban en disminuir
y poner cortapisas á la regia prerrogativa. Hallábase
pronto el Monarca á aceptar ayuda de fuera, que le
libraba de la mísera dependencia de una Cámara tur–
bulenta; mientras el Parl amento,
A
su vez, se negaba
á
conceder al Rey los medios de mantener el honor
nacional en el exterior, por t emer, no sin fundamen·
to , que sirvieran para establecer el despotismo en la
nación. Pero el efecto de estos mutuos recelos era que
n uestro pa! s, con todos sus vastos recursos, era tau
poco importante en la cristiandad corno el Ducado de
de Saboya ó el Ducado de Lorena,
y
mucho menos
seguramente que Ja pequeña Hol anda..
Francia se hallaba hondamente interesada en pro–
longar tal estado de cosas
(l );
m ientras que no era
menor el interés de las otras
~acio nes
en que termi–
nase de una vez para siempre.
(J.)
Podría trascribir la mitad de la correspondencia de Barillou
en prueba de este aserto, mas sólo citaré un pasaje que muestra
concisamente y con perfecta claridad la política del Gobierno
francés en lo referente
á
Ing laterra: •Ün peut tenir pour une
maxime indubitable que l'accord du Roy d'Angletsrre avec son
Parlement, en quelque maniere qu 'il se fasse, n'est pas conforme
aux intérets de V. M. Je me contente de penser cela sans m'en