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LORD MACAULAY.

súbditos con quienes sostenía la lucha; pero en el

caso presente·había un sentimiento mucho'.más pode–

roso que tales simpatías

y

que por completo ocupaba

la atención (de los Gobiernos del continente. Rabian ·

llegado al colmo el temor

y

el odio que

[l a~

gran–

deza, la soberbia

y

la arrogancia de Luis XIV.les ins–

piraban. Para sus vecinos era igualmente objeto de

duda qué era más pelig-roso, si estar en paz ó en gue–

rra con él; pues en la paz no cesaban los despojos ni

los ultrajes, y en vano habian corrido contra él los

riesgos de la guerra. En tal estado de perplejidad, sus

miradas se volvian con ansiedad creciente

á

Inglate–

rra. ¿Obrarla según los principios de la"Triple Alianza

ó sig·uiendo los principios del tratado de Dover? De

esto dependía la ,5Uerte de todos sus vecinos. Con la

alianza de Inglaterra aun se podía hacer frente á

Luis XIV; pero para que esta alianza fuera provechosa

era preciso que la paz se restableciese en el interior;

pues si bien es cierto que la Gran Bretaña había ocu–

pado primer rango entre,Ias

na~iones

antes de que la

lu"cha entre el Trono

y

el Parlamento comenzase,

y

que volverla

á

ocupar su antiguo puesto una vez ter-·

minada la batalla, mientras permaneciera indecisa.

hallábase condenada á la inacción

y

al vasallaje. Gran–

de

y

poderosa había sido la nación británica bajo los.

Plantagenets

y

los Tudors,

y

su g-randeza no se babia

eclipsado bajo los príncipes que reinaron después de

la Revolución. Pero bajo los reyes de la casa de Estuar–

. do vióse reducida á la insignificancia en los destinos

de Europa. Había perdido una parte de su energía sin

adquirir otra en su lugar. Aquella especie de fuerza

que en el siglo xrv había bastado á humillará Fran–

cia y á España, no existía;

y

aquella especie de fuerza

que en el siglo xvm humilló nuevamente á Francia

y á España, aun no había podido manifestarse. No era.