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LORD
MACAULAY .
puerta de su prisión apareció envenenado,
y
la mis–
ma noche que precedió al día en que fué sentenciado
lograron sus amig·os introducir un lio de cuerdas en
su calabozo.
El día que
fué
llevado ante la barra, llenaba la gran
sala de Westminster una iumensa multitud, entre la
que se velan muchos católicos
á
quienes el deseo de
presenciar la desg racia
y
humillación de su persegui–
dor hiciera acudir
á
aquel sitio (1). Algunos años
antes, su breve cuello, sus desiguales piernas de este–
vado, su frente baja
y
aplastada como la de un perro,
y
la desmesurada
y
revuelta barba, babianse becbo
familiares
á
cuantos frecuentaban los-tribunales de
justicia. Era entonces el idolo de la nación,
y
donde
quiera que se presentaba descubríanse respetuosa–
mente todas las cabezas,
y
en su mano tenía las vidas
y
haciendas de los principales magnates del reino.
¡Cuánto habían cambiado. los tiempos desde entonces!
Los mismos que antes le aclamaban como libertador
de la patria, se estremecian ahora
á
la vista de aque–
llas horribles facciones, donde parecía haber sido es–
crita la maldad por mano del mismo Dios (2).
Habíase probado, sin dejar la menor sombra de
duda, que el reo, mediante falso testimonio, babia ase–
sinado deliberadamente
á
algunas personas exentas
de toda culpa; asi que los miembros má eminentes
del Parlamento, que en otro tiempo le babian recom–
pensado
y
aplaudido,
y
á quienes acudió para que de–
clarasen en su favor, no sólo se neg·aron
á
hacerlo,
sino que algunos de ios que él babia citado, se ausen-
(1) Evelyn's,
Dia,.y,
mayo
í,
1685.
(2) Aun se conservan algunos rlltratos de Oates . La descrip–
ción más notable de su persona puede verse en Nortb,
Examen,
225: Dryden,
Absa/or.> and Achitophsl,
y en un manuscrito tit ulado
A Hue an.d
C,.y
a(ter T . O.