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R,EVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

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tan importantes secretos, que logró conservar los se–

llos y continuar en su puesto

á

pesar del cambio de

Gobierno. La seriedad

y

grave cortesia de Godolphin

le congraciaron igualmente con el nuevo Rey, sólo

que no siendo ya necesario en el Tesoro, fué nom–

brado chambelán de la Reina. Con estos tres lores

consultaba el Reytodos ·los negocios importantes;

y

en cuanto á Ormond, Halifax

y

Guildford, determinó,

si no quitarles sus cargos, humillarlos

y

anular su in –

fluencia.

Vióse Halifax obligado á entregar el sello privado,

recibiendo en cambio la presidencia del Consejo, á lo

cual hubo de someterse no sin repug nancia, pues

aunque el cargo de presidente del Consejo era de más

categoría que el de canciller privado, este último

era mirado entonces como mucho más importante

que el de presidente. Roches,J;er no había olvidado que

algunos meses antes le habían jugado la misma par-·

tida al separarlo del Tesoro; asi es que aprovechó la.

ocasión tau pronto como pudo de vengarse del mismo

modo de su rival. Enrique, Conde de Clarendon, her–

mano mayor de Rochester, fué nombrado Canciller

en reemplazo do Halifax.

En sus conversaciones con Barilloi;i, Jacobo mani–

festaba cuán disgustado estaba de Halifax.

ü conozco

bien,

decía el Monarca,

y

n:unca teni/Jrá 'mi confianza ni le

daré p(J/rticipaci6n en el manejo de los ne_qocios públicos. En

cuanto al empleo q1te le

he

dado, sei·vvrá tan s6lo p(//l"a mos–

tr(///º que su i1itl1teneia es mila.

Pero con Halifax se expre–

saba de muy distinto modo .

Olvido de todo lo pasado,

le

decía el Rey,

menos del servicio que me prestasteis cuando

el debate del bill de Et/JclttSi6n.

Hanse citado con mucha

frecuencia estas palabras para probar que no era Ja–

cobo tan vengativo como sus enemigos pretendían:

. lo que, al contrario, prueban es que no merecía en

TOMO II

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