REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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le había hecho incurrir en el enojo de Jacobo. No
podía, en rigor, decirse que el lord Guardasellos per–
tenecía á ninguna de las faccion es que dividían la
Corte. ro podía en manera alguna llamarse amigo de
la libertad; y sin embargo, era tal su respeto á la ley,
que tampoco el poder arbitrario podia mirarlo como
instrumento útil para sus fines. Los vehementes
toríes
le designaban unánimemente como
eq1tilibrista,
y en
cuanto á Jacobo le miraba con aversión no exenta de
desprecio. Ormond, que era lord mayordomo de la
Casa Real y virrey de Irlanda, residía á la sazón en
Dublín : su derecho
á
la !leal gratitud era mayor que
el de ningún otro súbdito, pues había combatido
bravamente por Carlos I, estuvo en el destierro con
Carlos II, y después de la Restauración, á posar de
muchas provocaciones, habíase mantenido siempre
leal. Mientras el poder estu o en manos de la Cábala,
aunque en desgracia, no se había ido nunca con la ·
oposición, y en los días de la conj uración papista y
del
biU
de exclusión había sido uno de los más fuertes
apoyos del Trono. Era á la sazón viejo y acababa de
sufrir la más horrible desgracia. Había visto morir al
hijo en quien cifraba todas sus esperanzas, el bizarro
Ossory. Los recientes servicios de Ormond, su ancia–
nidad
y
sus domésticos infortunios habían inspirado á
la. nación general interés hacia su persona. Mirábanl e
los caballeros como jefe, así por su nobleza como por
su mérito, y los
rvlzigs
no ignoraban que, aunque
siempre había sido fiel á la causa de la monarquía, no
era amigo del despotismo y de los papistas. Mas aun–
que fuera tan alto el puesto que ocupaba en la pública
estimación, poco favor podía esperar de su nuevo
.amo, pues Jacobo, mientras vivió su hermano, habíale
instado con frecuencia á que introdujese un cambio
completo en la administración de Irlanda, en lo que