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LORD MACAULAY.
IV.
PROCLAMACIÓN DE JACOBO II.
Las largas v igilias y tan violentas emociones ha–
blan rendido las fuerzas del nuevo Rey, que se retiró
á descansar. Los consejeros privados le acompañaron
respetuosamente hasta su dormitorio, y ·continuando
luégo en Consejo, dieron las órdenes oportunas para
la proclamación. Los guardias estaban sobre las ar–
mas; aparecieron los heraldos con sus lucientes tra–
jes, y la ceremonia se llevó á cabo sin el menor obs–
táculo. En las calles, g randes toneles de vino ofrecian
al pueblo ocasión d.e brindar por la salud del nuevo
Soberano; pero aunque i:esona°Qa alguno que otro
viva, las manifestaciones po¡;mlares expresft.ban bien
á las claras la poca alegría con que veia la nar..ión el
principio del m¡evo reinado . Muchos ll egaban basta
derramar lág l'imas, y fué de todos notado que apenas
hubo doncella en Londres que, en señal de duelo por
el Rey Carlos, no ostentase en aquellos días algún .
fragmento de negro crespón
(l).
El regio funeral dió margen á muy acres censuras,
pues, en efecto , cualquier persona de distinción hu–
biera sido conducida al sepulcro con mayor pompa.
Los
toríes
fueron los que más blandamente lamentaron
el descuido del nuevo Rey; los
mhigs
se burlaron de su
(i)
Véanse las autoridades citadas en la última nota. Véaae
también
Examen,
641; Burnet,
1,
629; Higgons en Burnet.