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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

219

desear,

y

por su parte estaba resuelto

á

mantener sus

p:opios

derechos

y

á

respetar de igual modo los

derechos de los otros. Finalmente, si en otra ocasión

había arriesgado la vida en defensa de la patria, es–

taba pronto

á

hacer cuanto puede hacer un hombre

en defensa de sus justas libertades.

No babia sido este discurso, como los que moderna–

mente se pronuncian en semejantes ocasiones, cui–

dadosamente preparado por los consejeros del Sobe–

rano, sino que era la expresión sincera de los senti–

mientos del nuevo Rey en un momento de g ran ex–

citación. Los miembros del Consejo prorrumpieron

en felicitaciones y expresiones de g ratitud ,

y

el

lord Presidente Rochéster manifestó, en nombre de

sus colegas, la esperanza de que la lisonjera declara–

ción del Monarca se haría pública;

y

al efecto el

soli–

citor

general, Heneage Fincb, se ofreció

á

servir de

secretario. Era éste celoso partidario de la iglesia an–

glicana,

y

como tal, deseaba naturalmente que que–

dase algún recuerdo permanent.e de las lisonjeras

promesas que acababa de hacer el Monarca.

Esas pro–

mesas,

dijo,

me han p1·od1icido

tu;¡i

lwnda imzn·esión, que

podría ?'epetirlas palalJra por palalJra.

.Tan pronto como

hubo terminado el acta en que se bacian constar,

diósela

á

leer á Jacobo, que la aprobó

y

mandó pu–

blic.ar.

Andando el tiempo babia de arrepentirse de

e

ste paso, que, según él decía, había dado sin refl e·

xionarlo debidamen te, pues sus impremed itadas fra–

ses respecto

á

Ja Iglesia anglicana Je obligaban de–

masiado,

y

Finch, con habilidad que había pasado

inadvertida, habíal11s hecho aún más significativas.