REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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desear,
y
por su parte estaba resuelto
á
mantener sus
p:opios
derechos
y
á
respetar de igual modo los
derechos de los otros. Finalmente, si en otra ocasión
había arriesgado la vida en defensa de la patria, es–
taba pronto
á
hacer cuanto puede hacer un hombre
en defensa de sus justas libertades.
No babia sido este discurso, como los que moderna–
mente se pronuncian en semejantes ocasiones, cui–
dadosamente preparado por los consejeros del Sobe–
rano, sino que era la expresión sincera de los senti–
mientos del nuevo Rey en un momento de g ran ex–
citación. Los miembros del Consejo prorrumpieron
en felicitaciones y expresiones de g ratitud ,
y
el
lord Presidente Rochéster manifestó, en nombre de
sus colegas, la esperanza de que la lisonjera declara–
ción del Monarca se haría pública;
y
al efecto el
soli–
citor
general, Heneage Fincb, se ofreció
á
servir de
secretario. Era éste celoso partidario de la iglesia an–
glicana,
y
como tal, deseaba naturalmente que que–
dase algún recuerdo permanent.e de las lisonjeras
promesas que acababa de hacer el Monarca.
Esas pro–
mesas,
dijo,
me han p1·od1icido
tu;¡i
lwnda imzn·esión, que
podría ?'epetirlas palalJra por palalJra.
.Tan pronto como
hubo terminado el acta en que se bacian constar,
diósela
á
leer á Jacobo, que la aprobó
y
mandó pu–
blic.ar.Andando el tiempo babia de arrepentirse de
este paso, que, según él decía, había dado sin refl e·
xionarlo debidamen te, pues sus impremed itadas fra–
ses respecto
á
Ja Iglesia anglicana Je obligaban de–
masiado,
y
Finch, con habilidad que había pasado
inadvertida, habíal11s hecho aún más significativas.