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LORD MACAULAY.

pc!YI' q1tc sit

palalJra.

Esta frase circuló pronto por la

ciudad, y aun por el campo,

y

quedó desde entonces

como voz de alerta de todo el partido

to?'Y

(1).

~

V.

ESTADO DE LA ADMINISTRACIÓN.

El advenimiento del nuevo Monarca babia produ–

cido la vacante de los más altos puestos del Estado, y

era de todo punto necesario

deter~in ar

quiénes ha–

bían de ocuparlos. En tre los miembros del último Ga–

binete, apenas había uno que pudiera esperar el favor

del nuevo Rey, pues Sunderland, que era secretario

de Estado,

y

Godolpbin, que era primer lord del Te–

soro, h2'bian defendido el

bill

de exclusión, mien–

tras que Halifax, que tenía el Sello privado, lo babia

combatido con invencible elocuencia. Pero Halifax

era enemigo mortal del despotismo

y

del papismo.

Había visto con terror los progresos del ejército fran–

cés en el continente y Ja influencia de su oro en los

consejos de Inglaterra; y si su opinión hubiera pre–

valecido, se habrían observado estrictamente las le–

yes, la clemencia hubiera alcanzado

á

Jos vencidos

whigs,

el Parlamento se hubiera convocado á su de–

bido tiempo, se habría intentado reconciliar las opues–

tas facciones, y Jos principios de la Triple Alianza

hubieran sido nuevamente el principal guía de nues–

tra política exterior. Mas esto era precisamente lo que

(i)

Burnet,

1,

628; Lestrange,

0~11r~ator,

H febrero, 1684-5.