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LORD 111ACAULAY.

contJ.ictos entre prostitutas y ladrones habían ejerci–

tado y desenvuelto sus facultades de tal manera, que·

llegó

á

ser el más hábil y consumado de su profesión ..

Todo sentitniento de ternura por los dolores de los·

otros, el respeto á sí mismo, toda idea de decoro, se

borraron por completo de su mente, adquiriendo, en

cambio, copiosa erudición y riquísimo caudal de las

gráficas expresiones con que suele el ·vulgo manifes–

tar su odio ó su desprecio. Era tal la profusión de

mahliciones é insultantes epítetos que componían su

vocabulario, que apenas se hallaría en el mercado

6

en la pla:m pública quien pudiese rivalizar con él. Su

rostro , como su voz, tenían muy poéo de amables;

pero estas ventajas naturales, pues tal él, al menos,

las juzgaba, babíalas ll evado

á

tal extremo, que habia

muy pocos que pudieran verle ni oírl e sin emocionar–

se en sus paroxismos de rabia. La ferocidad y la im–

pudencia se retrataban en su rostro, y el brillo de sus

ojos fascinaba á la infeliz víctima en quien se fijaban.

Y sin embargo, su rostl'.o y su .mirada eran aún me–

nos terribles qne la salvaje contracción de su boca,

y

sus gritos de furia, según refiere uno que los oyó con

frecuencia, sonaban como el trueno del día del juicio.

Tales eran las aptitudes que, joven todavía, llevó del

foro al tribunal. Pronto llegó á ser

Ooimnon Sei-jeant

(1),

y

en seguida

Recorder

(2) de Londres . Como juez, en

las sesiones de la

Oity

manifestó las mismas inclina–

cioues que de!:lpués, en más alto puesto , le conquista.

ron tan poco envidiable inmortalidad. Ya entonces.

se descubría en

él

el más odioso vicio que aqueja

á

veces

la naturaleza humana: el gozar en el sufri–

miento de los otros. Había cierta complacencia infer-

(1) Véase el

Ap'11ldice.- N.

del T.

(2)

ldem,

id.