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LORD MACAULAY.
víspera tenían cuidado, si eran discretos, de no po–
nerse en su camino, pues el recuerdo de la familiari -
dad con que los había tratado hacía crecer su malicia
y deseaba encontrar el menor motivo para llenarlos -
de insultos é injurias. Y no era la menos odiosa de
s us aborrecibles peculiaridades el placer que tenía de
avergonzar y mortificar en público precisamente
á
aquellos á quienes en sus ai;rebatos de-insensata t er –
nura había dado mayores muestras de cariño. Los
servicios que el Go'Jierno esperaba de él fueron cum–
plidos no sólo sin violencia por su parte, sino con
placer y entusiasmo. Fué su primera hazaña el asesi–
nato judicial de Alg·ernon Sidney. Y como lo que si–
g uió se hallase en parfecta armonía con tal pri ncipio,
muchos y muy respetables
toríes
sa lamentaban del
descrédito que la barbarie y la falta de decoro de tan
elevado funcionario introducían en la administración
<le justicia. Pero tales excesos, que á ellos les ll enaban
<le horror, eran otros tantos méritos que aumentaban
la estimación de J acobo al mag·istrado. Así fue que
éste, después de la muerte de Carlos, no sólo obtuvo
un puesto en el Gabinete, sino que fué además hecho
Jord, honor que era señalada
pr~eba
del contento
·tlel Monarca, pues desde que en el siglo xm fuera
Teformado el sistema judicial del reino, ningún presi–
.dente del Tribunal había sido lord del Parlamento.
Hallábasc, pues, Guildford cohibido en todas sus
funciones políticas
y
reducido sólo á obrar como
cualquier otro juez. En el Consejo, Jeffreys le trataba
con marcado desdén;. y como la administración de
j usticia dependía en todo del Presidente, era cosa sa–
bida que, para congraciarse con él, no había nada me–
jor que tratar al Lord Guardasellos con desprecio (1) .
(1) Las principales fuentes, en lo relativo
á
Jeffreys. son las