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REVOI,UCIÓN DE I GLATERRA.

231

cias que con los golpes. Frecuentemente descargaba

sobre acusados

y

defensores, fiscales y escribanos,

testigos

y

.µiiembros del Jurado una lluvia de inju–

rias mezcladas de maldiciones y juramentos. Sus mi–

radas

y

su acento, que habían inspirado terror cuando

no era más que un joven abogado, en l ucha con las

primeras prácticas, aho1·a que se hallaba á la cabeza

del más formidable Tribunal del reino, hacían que hu–

biera muy pocos que no temblasen en su presencia.

Era temible, aun sin haber bebido, por sus arrebatos

de furia; pero en genera! el abuso de la bebida nubla–

ba su razón y estimulaba sus malas pasiones. Pasaba

generalmente las

noches

entreg·ado

á

la embriaguez,

y

quien le hubiese

vis.to

haciendo del vino su delicia

suprema, hubiérale supuesto hombre ordinario

y

de

escasas luces, amante de bajas compañías

y

de bruta–

les placeres, pero sociable

y

de buen humor. Rodeá–

baule constantemente en .tales casos bufones escogi–

dos en su mayor parte de entre los más viles, que

aprendían las prácticas de justicia bajo su dirección,

quienes,

á

fin de e.ntretenerle, no vacilaban en recu–

rrir á bromas de todo género, de las que era siempre

victima alguno de ellos. J effreys se mezclaba en su

licenciosa conversación, entonaba con ellos báquicas

canciones , y cuando ya el vino se le subia á la cabeza

y

le trastornaba los sentidos, los abrazaba

y

Jos be–

saba

á

impulsos de la extraña ternura que le producia

la embriaguez. Pero aunque el vino parecía al princi–

pio

ablandar su corazón, al cabo de algún tiempo era

el efecto totalmente contrario. Llegaba con frecuen–

cia tarde al Tribunal, después de haberse hecho espe–

rar mucho tiempo, sin haber dormido más que á me–

dias la borrachern, encendidas las mejillas, relucien–

tes los ojos con el brillo de la locura. Cuando se ha–

llaba en este estado, sus alegres compañeros de la