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LORD MACAULAY.

mirase con desconfianza el creciente poder de la casa

de Borbón. Poco diferían en esto los

n;higs

de los rudos

c<iballe1·os del campo

(1) que formaban la fuerza princi–

pal del partido

tory.

Luis XIV no había, por tanto, eco–

nomizado dinero ni amenazas para evitar que Carlos

convocase las Cámaras;

y

J acobo, que desde el prin–

cipio estaba iniciado en el secreto de la política exte–

rior de su hermano, no había vacilado al subir al

Trono de Inglaterra en convertirse también en va–

sallo y agente de Francia.

Rochester, Godolphin y Sunderland, que formaban

el Consejo privado, sabian perfectamente que el Mo–

narca difunto acostumbraba á recibir ·dinero de la

Corte de Varsall es, y al consultarl es Jacobo sobre la

con \Teniencia de convocar las Cámaras, declararon

que era ante todo importaiüísimo no indisponerse con

Luis XIV, pero que las circunstancias eran tales, que

no había lugar á duda en lo que á la reunión del Par–

lamento se refería; pues aunq_ue parecía la nación

estar dispuesta á llevarlo e.n paciencia, tenía ésta sus

limites, y sobre todo hallábase tan firmemente arrai–

gada en la conciencia de todos la idea de que el Rey

no podía legalmente tomar dinero de sus súbditos sin

el asentimiento de la Cámara de los Comunes, que

aún cuando en circunstancias extraordinarias, hasta

los mismos

n;ltigs

pagarían durante alg·unas semanas

impuestos no votados por las Cámaras, era sin em–

bargo cierto , que ni los mismos

tor{cs

se pondrían de

parte del Gobierno si tan irregular procedimiento hu–

biera de durar más de lo que las circunstancias es–

peciales requerían. Era por tanto necesario que las

Cámaras se reuniesen, y puesto que babia de hacerse,

cuanto más pronto mejor, pues aun la corta dilación

(1) Véase el

Apd11dice.