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REVOLUCIÓN DE I GLATERRA.

215

atribuir la muerte de los Principes, sobre todo si el

Príncipe era popular

y

su muerte inesperada, al más

repugnan te

y

ho1-rendo de todos los asesinatos. Por

esta creencia

fué

acusado Jacobo I de haber envene–

nado al Príncipe Enrique; del mismo modo se dijo

que Carlos I fuera acusado de envenenará Jacobo I,

y

asi también, cuando en tiempo de la República mu–

rió en Carisbrook la Princesa Isabel, se aseguró que

Crómwell babia descendido al repugnante crimen de

se hallaban entonces en su cñmarn. Existen también otras escr i–

tas, si no por testigos presenciales, por personas que tuvieron

oportunidad de consultarlos

y

t!'lner por ellos cuantas noticias

podrían desear . Y sin embargo, quien intente reunir tan vastos

materiales en una narración minuciosa se encontrará con que la

tarea es dificil. Como que ni el mismo Jacobo y su esposa, cuando

refirieron la muer•..e de Carlos

ll

ñ

la.~

monjas de Cbaillot, estaban

conformes en algunos puntos. La Reina decía que después de ha–

ber recibido Carlos los últimos Sacramentos. volvieron los Obis–

pos protestantes ñ renovar sus exhortaciones.

El

Rey docín que

nada de eso habla pasado. •

eguram<>He,

decía:1a Reína,"º'

mi.!mo

m e

lo

habeü diclw .-E• impo•ible que yo haya poc!ido decirlo,

con–

testó

el

Rey,

porquo nada de""º ha pa•adO. •

Lástima grande que Sir Enrique Halford se haya tomado tan

poco trabajo en deslin<lar lo que hul>iern de cierto en los hechos

que j uzgó. A lo .¡ue parece, no tuvo noticia ile la eidstenciade !as

narraciones de Jacol>o. Barillon y Huddleston.

Por ser esl.a la primera ocasión que se me ofrece de citar la

correspondencia de los Ministro s holandeses en la corte de Ingla–

terra, debo mencionar aqui que una serie de estos despachos,

desde el advenimiento de Jacobo hasta su fuga, es de lo más va–

lioso que contiene la colección de Mackintosh. Lo1 despachos

que siguen, hasta el establecimiento clel gobierno

~e

1689, me los

he procur•do en el Haya. Los archivos holandeses apenas han

sido explorados. Ab unrlan en noticias que interesan en el más

alto grado

á

toJo inglés. Están admirablemente arreglados

y

ñ

cargo de caballeros cuya cortesía, liberalidad y celo por los inte–

reses literarios, exceden ñ todo elogio. Aprovecho esta ocasión

para hacer pres<lnte

á

los señores De Jong.i

y

Van Zwanne mi más–

profundo reconocimiento por las muchas atenciones de que les:

soy deudor.