REVOLl:JCIÓN DE INGLATERRA.
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No vaciló en exponer nuevamente su vida por el
Rey; mas una nueva dificultad se presentaba en la
ignorancia del buen fraile, que era tal que no sabía
lo que habla de decir en ocasión tan importante. Sin
embargo, con algunas indicaciones que, merced al
Marqués de Castel Melhor, le hizo uno de sus clérigos
portugueses, no vaciló Huddleston en llevar adelante
su propósito, y brevemente enterado de lo más pre–
ciso. subió por una escalera interior que conducia á
la real cámara, guiado por Chiffinch, criado de con–
fianza del Monarca, que si se ha de dar crédito á lacró–
nica escandalosa de la época, estaba acostumbrado á
introducir por aquel sitio visitas de muy distinta ín–
dole. En tanto, el Duque, en nombre del Rey, mandó
á
todos los presentes que saliesen del aposento, á ex–
cepción tan solo de Luis Duras, Conde de Feversbam,
y
Juan Granvi!le, Conde de Bath. Ambos Lores eran
protestantes; pero Jacobo contaba con su fidelidad.
Feversham, francés de noble cuna y sobrino del g-ran
Turena, tenía un alto puesto en el ejército inglés, y
era además chambelán de la Reina. Bath era primer
gentilhombre de cámara.
Las
órclen~s
del Duque fueron obedecidas, y hasta
Jos médicos se retiraron. Abrióse entonces la puerta
secreta y entró el padreHuddleston. Un amplio manto
cubría sus sagradas vestiduras, y su tonsura estaba
oculta por una espesa peiuca. El Duque entonces, di–
rigiéndose al Rey, le dijo:
ccSefio1·, este buen hombre que
ya en otra ocasi6ii os Ita salvado la vida, viene al101·a
á
sal–
V(J¡ros el alma.»
Carlos contestó en voz muy débil:
ccSea
bien venido .»
Huddlcston empezó entonces el cumpli–
miento de sus sagrados deberes, en lo cual estuvo
mejor de lo que nadie hubiera esperado. Se arrodilló
a l lado del lecho, y después de oir la confesión del
moribundo, le absolvió y le administró la Extrema-