208
LORD l\1ACAULAY.
quien pudiera hacerle recibír la Eucaristía de mano
de los Obispos. En vano fué traer una mesa con pan
y
vino al lado de su lecho: unas veces decía que no
había prisa, y otras que se sentía demasiado débil.
Atribuían muchos esta apatía á desprecio por las
cosas divinas, mientras que otros encontraban más
fácil explicación en el natural temor que casi siem–
pre precede á la muerte; pero algunos babia en Pa–
lacio que conocían mejor Ja verdadera causa de la
conducta del moribundo. Carlos no había sido nunca
miembro sincero de la Iglesia establecida, y por largo
tiempo su mente había oscilado entre el Hobbismo
y la religión católica. Cuando disfrutaba de buena
salud y el temor de la muerte no le asediaba, bur–
lábase igualmente de ambas; pero en los momentos
de pelig ro volvía siempre los ojos á la Ig lesia de
Roma. Sabía esto el
Dm~ue
de York; pero .ocupado
únicamente en el cuidado de sus propios inter0::ses,
había ordenado que se cerrasen _las puertas exteriores ,
que en diferentes partes de Ja ciudad ·se apostasen
destacamentos de Ja g uardia, y hasta había obtenido
la débil firma del moribundo Monarca, para un docu–
mento que prorrog·aba el pago de algunos impuestos,
que solo debían satisfacerse hasta la muerte del Rey,
por el término de tres años. Todas estas cosas ocupa–
ban de tal modo la atención de Jacobo, que aunque en
ocasiones ordinari as era hasta indiscreto por su deseo
de adquirir prosélitos á la Iglesia católica, no había
reflexionado que su hermano se hallaba en peligro de
morir sin recibir los últimos Sacramentos. Era esta
negligencia tanto más extraordinaria, cuanto que la
misma mañana que el Rey cayó enfermo , la Duquesa
de York,
á:
petición de la Reina, le babia hecho pre–
sente la necesidad de que no faltasen al Rey los auxi–
lios espirituales. No fu é, sin embargo, á la piados·a
..
..