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LORD MACAULAY.
tían, como de .ordinario, al tocador del Soberano, que
se esforzaba en conversar con ellos con su hP.bitual
alegria; pero la inseguridad de su mirada les sor–
p1;endió y causó en todos g·eneral alarma. Muy pron -
to aumentó Ja lividez de su rostro; los ojos giraron en
sus órbitas; lanzó un grito.
vaciló, y cayó en brazos
de lord Tomás Bruce, hijo <l.el Conde ·de Ailesbury.
Hallábase presente el médico que tenía á su cargo las
reales retortas y crisoles, y como no tenia allí lance–
ta, valióse de un cortaplumas para sangTar al Rey.
La sang-re conió libremente, pero el enfermo no vol–
vía en sí.
Tra ladósele al lecho, donde por breve espacio la
Duquesa de Portsmouth permaneció á su lado prodi–
gándole los cuidados de una esposa. Pero ya se llabia
dado la voz de alarma, y la Reina
y
la Duquesa de
York corrian apresurarJ.amente al lado del Monarca.
Entonces la concubina favorita tuvo que retirarse á
sus aposentos; á aquellos mismos aposentos que por
tres veces hablan sido derribados, y que su regio
amante por complacerla había hecho reedificar otras
tres veces. El servicio de la chimenea era de plata
maciza; las paredes ostentaban hermosos cuadros que
perten ecian á la Reina y que habían sido trasladados á
las habitaciones de la favorita. Lucían los aparadores
vajilla ricamente labrada, y en las rinconeras trabajo
de ebani tería, obras maestras del arte japonés.
Las colgadura , recién construidas en los telares
de París, ostentaban en brillantes colores, con que no
podia competi r la tapicería ing·lesa, aves de esplén–
dido plumaje, paisajes, partidas de caza, la aristocrá- ·
tica azotea de San Germán y las estatuas y fuentes de
Versalles
(1).
En medio de este esplendor, comprado
(1) Evelyn's,
Ditw y,
enero
24,
1681-2; octubre 4, 1683.