R EVOLUCIÓN DE INGLATE RRA.
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Cualquier cosa ahora bastaba para abatir aquel es–
píritu que
siernp~·e
se había levantado animoso contra
la derrota, el destierro y la miseria. Sus frecuentes ac–
cesos de furor mostrábanse con g estos y palabras que
apenas se hubieran esperado de hombre tan distin –
g uido, por su constante buen humor, así como por su
cortesía. A pesar de todo esto, nadie creía, sin em–
bargo , que su salud estuviera seriamente amena–
zada
(
1 ).
Raras veces babia presentado su palacio más alegre
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más escandaloso aspecto' que en la noche del do- .
mi ngo primero de febrero de
1685
(2). Alg unas per–
sonas g raves que, según la usanza de la época, ha–
bían ido
á
ofrecer sus respetos al Soberano, y que
esperaban que en tal día presentaría la Corte aspecto
m ás decoroso, estaban llenas de adrniraci6n y de ho–
rl'Or. La g ran g·al ería de Whiteball , admirable reli–
q uia de la magnificencia de los Tudors, estaba ll ena
d e libertinos
y
jugadores . Veíase allí al Rey sentado
en alegre charla con tres mujeres, cuyos encantos
eran el org ullo de tres naciones que deshonraban
.con sus vicios. Era una de ellas Bárbara Palmer, du .
quesa de Oleveland, que si bien . no era ya j oven,
aw1 conservaba las huellas de aquella soberbia y vo–
luptuosa hermosura que veinte años antes subyugaba
los corazones de cuantos la trataban. Allí estaba tam–
bién la Duquesa de Portsmoutb, cuyas facciones de
infantil dulzura parecía iluminar la vivacidad de la
Francia. Ultimamente completaba el grupo Hortensia
(l) Burnet,
1.
605, 606; Welwood, 138¡ North·s.
life of G-uild–
ford,
251.
(2) Aprovecho esta oportunidad para advertir que siempre que
d é una sola fecha, seguiré el antiguo estilo, que era en el siglo
xvn el adoptado en Inglaterra. pero el año lo cuento siempre
á.
partir de
l.
o de enero.