REVOL CIÓN DE INGLATERRA.
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En realidad, somos en est.o víctimas de decepción
semejant~
á la que extravía al viajero en los desiertos
de la Arabía. Alrededor de la caravana t.odo es árido
y
seco; pero allá en lontananza, lo mismo mirando
hacia adelante que hacia atrás, se descubre la fresca
perspectiva de las aguas. Los peregrinos apresuran
-el pa o, y encuentran sólo arena donde una hora an–
ies
habían visto un lag-o. Vuelven entonces los ojos
.atrás, y ven un fresco lago donde una hora antes ca–
minaban trabajo amente por la abrasada arena. 1lu–
.sión semejante parece alucinará las naciones en las
distintas etapas del larg·o viaje que de la pobr za y la
barbarie las conduce al más alto grado de civiliza–
.ción y opulencia. Pero si resueltamente seguimos el
roiraje hacia atrás, le veremos retroceder ante nos–
-Otros y refugiarse en las regiones de la fabulosa anti–
güedad. Y as\ vemos que está ahora en moda poner
Ja edad de oro de In glaterra en aquellos tiempos en
que los nobles carecían de comodidades, cuya falta
.se haría intolerable á cualquier criado de nuestro
tiempo; cuando propietarios y comerciantes almor–
zaban con un pan cuya sola vista bastaría
á
promover
un tumulto en un moderno asilo de mendicidad;
cuando moría más gente en las reg·iones del campo
donde el aire es más puro, que en las más sucias é
fofectas callej uelas de nuestras ciudades, y cuando en
las callejuelas delas ciudades era mayor la mortq,ndad
que hoy en la costa de Guayana. También á nuestra
vez seremos aventajados y envidiados, y muy bien
puede ser que en el siglo xx el aldeano del condado
de Dorset se considere miserablemente pagado con
quince chelines semanales; que el carpinterode Green–
wich gane diez chelines diarios; que Ja clase trabaja–
dora extrañe tanto el pasar sin carne ála comida como
hoy extrañaría el tener que comer pan de centeno;