192
LORD MACAULAY.
teniendo una manada de gansos en lo que es hoy un
rico huerto, ya tendiendo las redes para cazar aves .
silvestres en el mismo sitio que mucho después se di–
vidia y convertía en campos de trigo y de nabos. Po ·
día libremente cortar la hierba entre las ásperas ma–
lezas del pantano que hoy,
converti.doen pradera
artificial que esmalta fino ·
césped, da nombre
á
la:
comarca por la manteca y por los quesos. El prog reso
de la agricultura y el aumento de población le han
privado necesariamente de todos estos beneficios.
Pero contra esta desveutaja puede presentarse una
larga lista de beneficios, pues de los que la civiliza–
ción y la filosofía traen consigo, un a g ran parte es
común
á
toda!) las clases, y se echaría de menos, si
llegara
á
desaparecer, lo mismo por el labrador que
por el aristócrata. Hace ciento sesenta años empleaba
el campesino un dia entero en llegar
á
la plaza del
mercado,
á
donde su carro le conduce actualmente
en una hora. La calle · que durante toda la noche
ofrece al artesano paseo seg·uro, agradable y espl én–
didamente alumbrado, hace ciento sesenta años que–
daba tan oscura
á
la puesta del sol que apenas si
se distinguían los dedos de la mano; el pavimento
era tal , que se hallaba en constante riesgo de rom–
perse la cabeza, y tan descuidada la vigilancia ·de la
autoridad que corría eminente pelig ro de ser apaleado
y despoj ado de sus pobres ahorros. El albañil que ahora
cáe de un andamio, el barrendero público
á
quien
atropella un carruaje, encuentran hoy quien cure
sus heridas y componga sus destrozados miembros
con una habilidad que hace ciento sesenta años todas
las riquezas de uu g ran lord como Ormond ó de un
príncipe del comercio como Clayton no lmbieran po–
dido comprar. Algunas enfermedades han desapare–
cido merced
á
los esfuerzos de la ciencia, y otras han