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LORD MACAULAY.

teniendo una manada de gansos en lo que es hoy un

rico huerto, ya tendiendo las redes para cazar aves .

silvestres en el mismo sitio que mucho después se di–

vidia y convertía en campos de trigo y de nabos. Po ·

día libremente cortar la hierba entre las ásperas ma–

lezas del pantano que hoy,

converti.do

en pradera

artificial que esmalta fino ·

césped, da n

ombre

á

la:

comarca por la manteca y por los quesos. El prog reso

de la agricultura y el aumento de población le han

privado necesariamente de todos estos beneficios.

Pero contra esta desveutaja puede presentarse una

larga lista de beneficios, pues de los que la civiliza–

ción y la filosofía traen consigo, un a g ran parte es

común

á

toda!) las clases, y se echaría de menos, si

llegara

á

desaparecer, lo mismo por el labrador que

por el aristócrata. Hace ciento sesenta años empleaba

el campesino un dia entero en llegar

á

la plaza del

mercado,

á

donde su carro le conduce actualmente

en una hora. La calle · que durante toda la noche

ofrece al artesano paseo seg·uro, agradable y espl én–

didamente alumbrado, hace ciento sesenta años que–

daba tan oscura

á

la puesta del sol que apenas si

se distinguían los dedos de la mano; el pavimento

era tal , que se hallaba en constante riesgo de rom–

perse la cabeza, y tan descuidada la vigilancia ·de la

autoridad que corría eminente pelig ro de ser apaleado

y despoj ado de sus pobres ahorros. El albañil que ahora

cáe de un andamio, el barrendero público

á

quien

atropella un carruaje, encuentran hoy quien cure

sus heridas y componga sus destrozados miembros

con una habilidad que hace ciento sesenta años todas

las riquezas de uu g ran lord como Ormond ó de un

príncipe del comercio como Clayton no lmbieran po–

dido comprar. Algunas enfermedades han desapare–

cido merced

á

los esfuerzos de la ciencia, y otras han