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LORD MACAULAY.
clase muy numerosa que no hubiera podido subsistir
á no contar con la ayuda de la caridad pública. Ape–
nas podrá haHarse nada que indique más claramente
el estado de un pueblo, que la proporción que guarda
el número de pobres con el total de habitantes que lo
constituyen. El número de hombres, muj eres
y
niños
que actualmente reciben so.corros, según los docu–
mentos oficiales, llega en los años malos á una décima
parte de los habitantes de Ing·laterra, y en los buenos
no pasa de un décimotercio. Pues bien: según el
cálculo de Gregorio King, el número de pobres en
s u tiempo era un quinto de la población total, y este
cálculo que todo el respeto que su autoridad nos ins–
pira no podria impedirnos calificar de exagerado, era
áj uicio de Davenaut eminentemente probable.
No carecemos por completo de los medfos nece–
sarios pam hacer el cálculo por nosotros mismos. El
impuesto de los pobres era indudablemente la más
pesada carga para nuestros antepasados. Calculábase
en el reinado de Carlos II en unas setecientas mil
libras esterlinas anuales, cantidad mucho mayor que
el impuesto de consumos ó los derechos de aduana,
y
muy pÓco inferior á la mitad de todas las rentas de la
Corona. Este impuesto fué aumentando rápidamente,
lleg·ando en muy poco tiempo
á
estar entre ocho–
cientas y nuevecientas mil libras anuales , es decir,
la sexta parte de lo que importa actualmente. Lapo–
blación era entonces menor que un tercio de la ac–
tual; el mínimum de los salarios, calculad'Js en dine–
ro, ,era la mitad de lo que es actualmente; de modo que
apenas podemos suponer que el socorro que se asig·–
naba á cada pobre pasase de la mitad de lo que se da
en nuestros días. De esto parece deducirse que el nú–
mero de Ingleses que recibian socorros de sus respec- ·
tivos distritos debe haber sido entonces mucho mayor