REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
147
era éste recibir correspondencias periódicas que lo
impusieran de todo. Entonces comenzó en Inglaterra
el oficio de con-esponsal noticiero,
y
llegó
á
ser en
poco tiempo, como acontece ahora entre los indígenas
de la India, profesión lucrativa de considerable nú–
mero de persona . El noticiero recorría los cafés, pe–
netraba en las audiencias de Old-Bailey, iba de una
parte á otra con incansable actividad, preguntando,
indagando. presintiendo, tomando de todo rápidos
apuntes, aquí de un nombramiento probable, allá de
una intriga, sorprendiendo en este corrillo una frase
que le daba la clave de cábala misteriosa, recogiendo
en aquél pormenores de un escándalo, recopilando en
este otro la historia pública
y
secreta de un proceso,
é introduciéndose mañosamente hasta en las galerías
de Whitcba11 para ver al paso la caro. de S. M. ó del
Duque de York,
y
poder luego decir si g·ozaban de sa–
lud
y
buen humor ájuzgar de su talante. Cuando ha–
bía reunido el caudal de datos más ó menos auténti–
cos que necesitaba, los ponía en orden
y
los amp1ifi-
aba
6
compendiaba según las necesidades de la
confección, los ponía en perspéctiva,·velando unos
y
arrojando luz sobre otros, hasta concluir su obra, que
servía después para ilustra1· semanalmente círculos
de letrados lugareños, poblaciones rurales, ciudades
populosas de provincia,
y
hasta grandes col ctivida–
des aristócraticas y eclesiásticas, que no tenian me–
dios más ocasionados de saber
y
entender la historia
de los sucesos contemporáneos. Bien puede suponerse
que ambridge contaba entonces por lo menos tan–
tas personas que quisieran estar enteradas de cuanto
acontecía en el reino como cualquiera oti·o centro
de Inglaterra,
y,
sin embargo, durante la mayor par–
te del reinado de Carlos II los doctores en derecho y
los maestros en artes de Cambridgé no tuvierpn más