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LORD MACAULAY.
Las rentas de este establecimiento no consistítn
sólo en lo que producia el trasporte de las cartas. Las
oficinas de correos sólo tení an el monopolio de los
caballos de posta, y del esmero y cuidado con que
atendían al- servicio podemos inferir. que éste era lu–
crativo (1). Si un viajero tenia que aguardar más de
media hora por sus caballos, quedaba facultado á al–
quilarlos donde quisiese.
El hacer llegar la correspondencia de una parte
á
otra de Londres no
fué,
como se comprende, uno de
los primeros objetos del correo. Pero en el reinado de
Carlos II, un ciudadano de Londres muy emprende–
dor , .Harpado Guillermo Dockwray, estableció con.
g randes gastos un correo interior, que á razón de un
penique por carta, hacia llegar la correspondencia
seis
ú
ocho veces al día á las importantes y populosas
calles inmediatas á la Bolsa,
y
cuatro veces al día á
los a,rrabales. Este progreso encontró, como siempre
acontece, ruda y obstinada oposición. Quejábanse los
mozos de cordel de que sus intereses habían sido ata–
cados por el nuevo establecimiento, y aun ll egaron á
arrancar los carteles en que se anunciaba al público .
Había entonces llegado
á
su colmo la excitación cau–
sada por la muerte de Godfrey y por el descubrimien–
to. de los papeles de Coleman; así que muy 11ronto co–
rrió la
voz
de que el nuevo correo era un a asechanza
de los papistas. Afirmábase que el g·ran Doctor Oates
babia manifestado sus sospechas de que los jesuitas
eran los autores de la nueva trama, y que si se regis ·
traban los sacos de la correspondencia se tendría, la
prueba evidente de su traición (2). La utilidad de la
nueva empresa era tau obvia y clara, que á pesar de
(1)
London Ga,iett6,
14 de setiembre, 1685.
(2) Smitll's.
Gurrent Jn telligence.
marzo 30
y
abril 3, 1680.