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LORD l\1ACAULAY.
noticias de la Metrópoli ni del mundo que las sumi–
nistradas por la
Gaceta
de
Londres,
hasta que al fin re–
currieron á r emediar su silencio con las cartas de un
' noticiero londinense. Día memorable ciertamente fué
aquel en que llegó al único café de Cambridge (1) la.
primera correspondencia· de la corte; y si en tan re–
nombrado centro uni versitario se ag uardaban y leían
con impaciencia estas epistolas noticieras , júzguese
de cuánta no sería la de los nobles y ricos labradores
residentes en el campo; como que ocho días después
de recibidas, y cuando ya esperaban por momentos
sus lectores la nueva carta, corrían de mano en mano
por la vecindad, daban aún campo vastísimo
á
la con–
versación, asunto
in
termina.ble á las pláticas del ho· ·
gar en las veladas del invierno, y tema de sermones
acerbos contra el whigismo y el catolicismo romano
á los rectore,s. o sería empresa difícil á investigado–
res activos el descubrir gran cantidad de correspon–
dencias como las descritas en los archivos de las an–
tiguas familias del Reino Unido. En las bibliotecas
públicas suelen hallarse algunas, y ya tendremos oca–
sión de citar - en el cw·so de la presente historia la
colección de estos papeles que, con ser preciosa, no
es lo mejor del tesoro literario acumulado por sir Ja–
mes Mackintoch.
Inútil nos parece decir que no se conocían entonces
los periódicos de provincias. Excepto Londres y las
Universidades, apenas si había una imprenta en todo
el Reino; como que York parece haber sido la única
ciudad inglesa del Nor te (2) que poseyera una prensa
de imprimir.
(i)
Roger North,
Vida del
Dr.
Jolm N o.-th.
Respecto de las no-
ticias, véase su
Ea:amen,
133.
·
(2)
Li{e o{ Thoma• Gen/.
En las
Anécdouu /iterada• del
•'·
g/o
xvm se inser ta una lista completa de todas las imprentas