REVOLUCIÓ1
DE
INGLATERRA.
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XLIV.
RAREZA DE LOS LIBROS EN PROVINCIAS.
En
cambio, las contadas publicaciones literarias
que poclian llevarse por el correo constituían en–
tonces la mayor parte del pasto intelectual de los
jueces, letrados y sacerdotes residentes fuera de la
metrópoli; pero las dificultades y los gastos de paque–
tes de cierto tamaño eran en aquel tiempo tan consi–
derables, que las obras de cierta magnitud invertían
más tiempo y costaban más de porte de Paternoster ·
Row al Devonshire
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al Lancashire, que hoy día para
llegará los confines del Estado de Kentucky. Por
esta causa, si los llamados presbitei·ios rurales se ha–
llaban menos que medianamente provistos de libros,
aun ele los indispensables al teólog·o, las bibliote–
cas de la clase acomodada y rica no tenían mayor
número de volúmenes, siendo muy .pocos los repre–
sentantes de condados en el Parlamento que poseye–
ran mejor librería que ahora un criado de buena casa
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un modesto tendero de la
City;
como que un noble
pasaba por erudito entre sus vecinos con tal de que
vieran en su cuarto, junto
á
las cañas de pescar y las
escopetas, el
Hud/ribras,
la
Ci·6111ica
de Baker, los
Cl1is–
tes
de Tarl ton y los
Siete Cam21eones del Cristianismo .
Por
lo tlemás, ni en Londres se conocian los gabin etes de
lectura ni las bibliotecas de asociaciones literarias;
razón por la cual aquellos estudiantes que carecían
de los medios necesarios á proveerse de libros para
el estudio, los solicitaban prestados en las tiendas