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LORD l\1ACAULAY.

r eunen al presente muchos discípulos de las univer–

sidades inglesas. Fácil es suponer que si se hallaban–

estos estudios tan postergados en las escuelas princi–

pales, no los cultivarí an mucho tampoco las personas

ilustradas, y que si en tiempos anteriores la poesía y

la elocuencia g riega hicieron las

delic~as

de Falkland

y de Raleigb, y en época posterior las de Fox , Win–

dbam, Pitt y Grenville, durante la última parte del

siglo xvn apenas hubo en todo el país hombre de Es–

tado de alg·una importancia que pudiera esparcir su

ánimo leyendo á Sófocles ó á Platón.

En cambio, como aun conservaba mucho crédito la

lengua latina, y en g ran parte de Europa viajeros

y

diplomáticos habían menester de ella imprescindi–

blemente, hablarla bien era entonces cosa más usual

que ahora, y por tanto, ni Oxford ni Cambridge ca–

recían de poetas capaces de hacer en ciertas solemni–

dades de la monarquía imitaciones felicísimas de los

versos que Ovidio y Virgilio consa,graron á enaltecer

y celebrar la majestad de Augusto .

XLVII.

INFLUENCIA DE LA LITERATURA INGLESA

DE AQUEL TIEMPO.

Sin embarg·o, comenzaba ya por aquel tiempo á

decaer la lengua del Lacio, con hallarse tan extendida

y acreditada en Inglaterra, cediendo

á

la francesa.

su joven rival; debido sin duda esto al formidabl e

desarrollo que iban adq::iiriendo todos los ramos del

saber y de los conocimientos humanos entre los súb-·

ditos de Luis XIV. En efecto, hallábase la Francia